Es muy fácil equivocarse

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

Y muy difícil admitirlo. Y sucede en las decisiones individuales y en el diseño de las políticas públicas. En nimiedades y en cuestiones realmente trascendentes. Además, en muchos casos es imposible anticipar los posibles errores, como ya bien dice la Ley de Murphy y sus derivados. Siempre puede fallar algo, incluso cuando se diseñe a prueba de errores, como se demostró con el Titanic, ejemplo que suelen citar los expertos en decisiones.
A veces estamos tan seguros de las consecuencias de nuestras decisiones que no consultamos con alguien más. Lo que puede derivar en que no consultar con otros que saben o que viven situaciones similares a aquellas para las que decidimos, se convierta en un chasco. Ya sea en las decisiones acerca de qué candidato votar, de qué helado saborear, qué automóvil comprar, qué pareja considerar para toda la vida, qué medidas de política pública establecer, es posible que se susciten consecuencias que no habíamos anticipado, lo que podríamos considerar como errores de cálculo.
Claro que hay decisiones que tienen consecuencias perversas y hay decisiones que han sido diseñadas para hacer creer a otros que no se pretendía lo que finalmente resultó. Lo que deriva en que, aparte de que resulte lo que no se había anunciado, pero sí deseado, se den una serie de desacatos a las políticas o a los acuerdos logrados cuando la gente se desengaña. Y, con ello, se logren consecuencias sociales que se pensaba evitar. En el ámbito de la educación es frecuente que se den esos desengaños en pequeña o gran escala. A veces es cosa de poca monta, por ejemplo, cuando los estudiantes descubren la cantidad ingente de trabajo que está detrás de determinada tarea que parecía sencilla, y de la que en algunas ocasiones ni siquiera los docentes o quienes diseñaron la actividad se habían dado cuenta de lo que implicaría de completarse. A veces, como hemos visto con la Reforma Educativa durante el sexenio que está por terminar, es cosa de enormes consecuencias directas e indirectas, deseadas pero no explícitas, explícitas pero no anticipadas, de protesta pero no reconocidas.
Esa facilidad para equivocarse no es reconocida por cualquiera. Hay quienes prefieren ser tozudos en su postura y porfiar contra los críticos, en vez de hacer ajustes a las decisiones individuales o a los diseños de política. Hay quienes prefieren seguir diseñando solos o con sus cuates, en vez de considerar a los afectados por las decisiones. A veces en cosas tan simples como un barrio en el que se decide no dejar entrar a pepenadores, que cumplen un papel social de reciclar productos como plástico y cartón, y en el que luego se satura el camión recolector de basura con más frecuencia de lo que sucedía antes de plantear esa decisión. A veces en cosas tan trascendentes como quedarse sin clase por hacer decisiones no negociables, en lugar de proponer alternativas, diálogos, ajustes y estrategias alternativas.

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología del CUCSH de la UdeG. rmoranq@gmail.com

Comentarios
  • Verónica Vázquez-Escalante

    Es sumamente grato leer artículos que ilustran el pensamiento de unos y otros. Efectivamente, es fácil equivocarse y digno de admiración quien lo reconoce y decide dialogar o como usted dice, …contemplar estrategias alternativas.
    Un saludo y felicidades por escribir lo que muchos consideramos importante y a la vez humano.

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