Entre esperanza y olvido

 en Carlos Arturo

Carlos Arturo Espadas Interián*

Todos de una u otra forma somos esclavos de nuestros referentes construidos, asumidos, aceptados… al final es la única forma que tenemos para ver el mundo, construir realidades y, por supuesto, alternativas diversas. Pueden esclavizarnos y también liberarnos.
Evaluar esos referentes nos ubica en reflexiones diversas que permiten juzgarlos como positivos o negativos, sin caer en relativismos es necesario reconocer que nos encontramos sujetos a parámetros históricos que nos determinan y a los cuales si nos va bien: determinamos.
Ese es el dilema de la existencia humana, debatirse entre la existencia y la inexistencia, entre lo material y lo espiritual, entre lo que ha sido y será. Todo con sus variantes de infinidad de posibilidades acotadas por la capacidad de soñar, adaptar, crear, concretar y demás.
Al final de cuentas, las instituciones no son la excepción, además de sus estructuras y procesos institucionales, se encuentran los seres humanos y lo instituyente; se debaten entre lo que son, han sido y pueden ser: configurándose, reconfigurándose, transformándose a cada instante, a veces imperceptiblemente y en otras de forma brusca ante detonantes específicos.
Las Unidades de la Universidad Pedagógica Nacional en México no son la excepción, son instituciones vivas que continuamente están buscando configurarse, reconfigurarse y transformarse, acciones que tiene que ver con el conjunto de los actores institucionales y los marcos “parametrales” que les posibilitan moverse hacia un lado o hacia otro.
Si se busca una constante, podría encontrarse que se debaten entre la esperanza y el olvido, entre el sentido y el sin sentido. Dilema orquestado principalmente por políticas públicas nacionales sí, pero sobretodo, estatales que le determinan perímetros operativos a partir de presupuestos, juego político-académico y demás.
Sin duda alguna las Unidades de la Universidad Pedagógica so diversamente semejantes a nivel nacional, disfrutan y sufren de elementos ontológicos, identidades que se trazan en sus dinámicas internas y externas, debates ancestrales entre ser o no ser universidades, participar o no de la política educativa y ocupar un lugar fundamental o no, entre otros muchos dilemas.
A veces, los impactos de las existencias institucionales (diversidad de dimensiones e impactos), no se alcanzan a ver y en otras no se quieren ver. Pensar que todo está bien significa la imposibilidad de crecer, de actuar para cambiar. Nuestro lema: Educar para Transformar, representa un reto constante de cambio, transfiguración, movimiento, diversificación y demás.
En el origen existen limitantes y posibilitantes. Todo depende de qué es lo que queremos detonar y para ello hay que trabajar de forma estratégica o como diríamos hace varias décadas: luchar para ser un instrumento liberador o si lo queremos, con otras palabras, deberíamos decir trabajar y luchar de forma estratégica para transformar las condiciones educativas de nuestro país.
Somos una universidad nacional, la única que tiene presencia en todos los estados del país. Una vez escuché una frase que creo nos representa: “Dejen dormir a la bestia de la UPN”. Eso es, tenemos el poderío de una bestia, diría de un Titán, pero estamos dormidos. Alcanzamos a ver nuestra naturaleza nacional pero únicamente para asumir proyectos de otras instancias (cuando nos dan juego), no para orquestar y abrir camino nosotros mismos, no la hemos usado para impactar en y desde cada una de nuestras unidades, en bloque, nos ha faltado un liderazgo que detone lo que podemos ser.
Recordemos, para los que creemos en ello, los liderazgos se construyen y se construyen desde la base, desde la comunidad universitaria, se nutren de cada uno de los actores, no al revés. Caso contrario no son liderazgos, son dictaduras y sabemos por experiencia histórica como terminan las dictaduras en nuestro país.
Estamos en un nicho social especializado sí, pero ello no significa que no seamos un referente para otras áreas y espacios.
Las esperanzas sin acciones no son más que sueños vanos. El olvido, cuando no se acepta, es el motor que detona las acciones profundas. Por ello, la esperanza que hay en nuestras unidades deben trabajarse, consolidarse, liderarse en un proceso educativo (EDUCAR) y los olvidos de algunos de nuestros estados hacia nosotros, deben servir para trascender, reaccionar PARA TRANSFORMAR.

*Profesor–investigador de la Universidad Pedagógica Nacional Unidad 113 de León, Gto. cespadas1812@gmail.com

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