Entre el objeto y el sujeto: Piaget y la identidad

 en Marco Antonio González

Marco Antonio González Villa*

Uno de los problemas del mundo contemporáneo reside en la forma que se mira y significa a las personas que nos rodean, advirtiendo en otro ser o no la otredad o al semejante o al prójimo, dependiendo de la postura filosófica, ética o teológica que regule, lo cual incuestionablemente dependerá y será determinado por el contexto en el que uno crece, así como del tipo y calidad de las interacciones con las personas que se encuentran en dicho entorno.
Es en este sentido que Piaget, en uno más de sus libros poco conocidos titulado Epistemología y Psicología de la identidad, realiza una serie de reflexiones centradas en la forma en que el infante va percibiendo características particulares de cada objeto que le permiten diferenciarlo de otros. De esta forma, los infantes aplican el primer principio de la Lógica, el principio de identidad esquematizado como “A es A” a cada objeto, pero, resalta Piaget, disponiendo de una representación cognitiva que le permite concebirlos no sólo como materia inerte o inanimada sino como un centro de actividades causales y movimientos posibles, diferentes y únicos para cada objeto, sobre todo cuando ya existe una conservación y/o permanencia del mismo en su cognición, que va más allá de una simple identidad individual o cualitativa invariable. El texto sigue entonces una discusión que se centra, prácticamente desde la Física, en la forma en que niños y niñas desarrollan una representación de un cuerpo en movimiento y el movimiento en sí; sin embargo, evidentemente hay en estas ideas previas una serie de elementos que pueden ir más allá de una ciencia experimental y tocar, en teoría y práctica, también al campo de lo social.
Sin un afán de objetivizar a los sujetos, que nos metería en una discusión epistemológica propia de otro espacio, resulta lógico pensar que la idea de permanencia del objeto es también, por añadidura una permanencia de los sujetos, que comienza a darse, como dice su formación psicoanalítica, a partir de la individuación y construcción del yo que lo hace concebirse como un ser independiente, otro distinto de los que lo rodean, familiares o no, encontrando en cada uno de igual manera a personas que son un centro de actividades causales y movimientos posibles, atribuyendo a cada uno una identidad que, a diferencia de los objetos, pueden asimilar para sí, en función de la significatividad de la relación dada y lo que ella genera: el objeto es ser invariable, el sujeto no, es existencia en una relación dialéctica permanente.
Así, tener una interacción con sujetos que cuidan de él o de ella, que educan y transmiten en actos, valores, hará que la relación pueda ser formativa y ejemplar, fomentando como posibilidad relacionarse con los demás, sujetos posibles que generan conductas específicas, bajo un marco de interacción basado en el acercamiento, la exploración de las cualidades y la representación cognitiva de pautas de interacción armónicas y constructivas derivadas de su asimilación y aprendizaje.
Pero, si en la experiencia de vida hay abandono, maltrato o malos ejemplos, la forma de relacionarse con las demás personas tendrá elementos que no serán convenientes para el tejido social derivado de la asimilación dada, dificultando y/o imposibilitando la acomodación al no haber realidades diferentes que contrasten la percepción y cognición del infante. Aquí sí la escuela puede ser un escenario diferente que contrasta y confronta promoviendo la acomodación, pero siempre con las reservas que se tienen por el sentido y significado que un infante le confiere al espacio académico, tanto el físico como el psicológico: todo depende de con quienes se identifiquen más los niños y las niñas.
Tiene entonces la identidad una relación estrecha con la ética que impacta en la forma de mirar al otro: con tantos adolescentes vueltos asaltantes o desconsiderados con sus semejantes ¿quién en su entorno y en su infancia fomentó a lo largo de su vida esa identidad? La escuela no, la escuela construye sujetos; trabajemos entonces en los entornos que hacen objeto al otro. Parece obvio esto ¿por qué no se hace entonces? No lo sé, lo sigo asimilando.

*Doctor en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. antonio.gonzalez@ired.unam.mx

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