En busca del aula perdida y/o la construcción del futuro escolar

 en Jaime Navarro Saras

Jaime Navarro Saras*

El título de este artículo no es nada original, realmente corresponde a un texto del historiador en educación Armando Martínez Moya, que a su vez lo tomó de la vieja película En busca del arca perdida estelarizada por Harrison Ford, film que abrió la saga de Indiana Jones en 1981, incluso más antes con la novela de Marcel Proust, En busca del tiempo perdido.
En este 2020 y lo que resta del año será por mucho la búsqueda incesante de una escuela que ya no está más, lo idóneo será pensar en su reconstrucción para enfrentar el futuro inmediato.
Un poco y un mucho del pasado, el presente y el futuro de la escuela es lo que estamos viviendo actualmente quienes directa o indirectamente tenemos que ver con los procesos educativos, sabemos de sobra que la escuela ya no es la misma que conocimos hace 5 meses (justo cuando se suspendieron de las clases presenciales), como tampoco será la misma cuando regresemos a la normalidad, principalmente porque la educación virtual y a distancia deberá continuar por el bien de docentes, estudiantes, padres y madres de familia, tutores y los diferentes protagonistas que conforman la escuela y le apuestan a un mejor futuro de la educación y ad hoc con el mundo actual.
Este 24 de agosto que inicia el ciclo escolar será una prueba para todos, sobre todo para la SEP, las televisoras, docentes, estudiantes y padres de familia; lo será porque veremos en su auténtica dimensión la realidad escolar que cada familia enfrente, de cómo irán resolviendo las dificultades que se les vayan presentando, ya que lo mismo encontraremos familias donde nadie acompañará a sus hijos en las clases a distancia porque deberán salir de casa a buscar el sustento y/o porque no tienen la tecnología básica ni la conectividad idónea, hasta aquellas familias (que por su estatus económico) podrán contar con un docente contratado para acompañar a sus hijos y/o escuelas que ya tomaron sus precauciones para enviar docentes a los hogares para el trabajo presencial.
Así es, sin querer jugar al adivino, el ciclo escolar 2020-2021 se caracterizará por una evidente desigualdad y, queramos o no reconocer, mientras más dure la educación a distancia más acrecentará las diferencias entre los que tienen acceso a la tecnología y al acompañamiento y los que no.
Mucho de lo que se pueda hacer para disminuir esta brecha dependerá de la iniciativa que puedan tener los y las docentes, como siempre, estará en ellos poder hacer la diferencia y hacer malabares para que lleguen en tiempo y forma las actividades a sus estudiantes, ya bien sea en fotocopias, por WhatsApp, Messenger, correo electrónico, Youtube, Classroom, etcétera, tal como lo hicieron al final del ciclo escolar 2019-2020, pero con la ventaja de que ahora tienen más experiencia en el uso de medios que la vez anterior, la cual los agarró desprevenidos y, sin embargo, salieron avante.
Lo que no queremos es que nadie se aferre al pasado escolar, y mucho menos añore la vieja escuela enquistada en prácticas nefastas de la educación bancaria. Queremos que quienes hacen posible la escuela entiendan el fenómeno del Covid-19, ya que fue, es y será la oportunidad inédita que la educación estaba esperando para poder entender que hace 20 años cambiamos de milenio y que la realidad exige de una escuela acorde a los nuevos tiempos, una escuela del siglo XXI que atienda a niños y jóvenes nacidos en la era digital, producto la cuarta revolución industrial y nativos de los medios digitales.
¿Qué hace falta para que ello suceda? Obviamente que muchas cosas, principalmente de voluntad, conocimiento y mucho, pero mucho presupuesto que garantice una educación (de excelencia como dicen sus promotores) y no sólo de discursos halagadores y compradores de voluntades.
Sabemos que las aulas siguen donde siempre han estado, a lo mejor un poco más deterioradas y sucias por la falta de uso, además de vacías y sin el calor humano que les daban docentes y estudiantes, 2020 será recordado como aquel donde se quedaron desiertas, abandonadas y que cuando regresemos las encontremos limpias, con suficiente material y deseosas de sentir el calor, los gritos y las miradas de niños, niñas y jóvenes que las hacen existir.
Veamos pues que tanto podrán cambiar las aulas cuando regresemos a la normalidad, si seguirán aferradas al siglo XIX, al XX o si hay voluntad para que realmente respondan al siglo XXI, al tiempo.

*Editor de la Revista Educ@rnos. jaimenavs@hotmail.com

Comentarios
  • Aída Sánchez Sencion

    La forma de enseñar a distancia nos pondrá a dar un uso funcional a las tecnologías y no sólo de diversión o entretenimiento, situación que me parece excelente. Pero encontrar las aulas funcionales después de este tiempo nos causará desilucion y tristeza que no estarán acordes, a todo el contexto que los medios de comunicación y dibujos animados llegarán a las mentes de los alumnos. Esperemos que cuando sea el regreso presencial nosotros como docentes no estemos acostumbrados a mirar a los alumnos mediante una pantalla de computadora o celular.

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