El tiempo que te quede libre

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

Escribió el filósofo estadounidense William James (1842-1910), asociado al pragmatismo, que realizar una actividad inútil con regularidad puede tener consecuencias útiles en el largo plazo. Si la memoria no me traiciona, el ejemplo que él propone es el de sacar uno a uno los cerillos de su caja, para luego realizar la operación inversa. Confieso que nunca he hecho ese experimento de los cerillos, aunque también admito que en mi vida he hecho muchas cosas inútiles de forma rutinaria. Considero que algunas de esas actividades inútiles se han acumulado para dar alguna utilidad a mi vida; entre ellas, “darle vuelta lentamente a las hojas de un libro”, “poner un pie delante del otro”, “levantar alternadamente los pies”, “asistir periódicamente a un lugar para encontrarse con otras personas en un horario determinado”.
Algunas veces, esas actividades inútiles que realizamos los humanos como leer, caminar o trotar, pedalear en una bicicleta, ir a clases, se integran en nuestras rutinas de actividades (supuestamente) útiles, de tal manera que nos ponemos ansiosos si pasamos algunos días sin nuestra dosis de actividades inútiles, a las que asignamos un tiempo privilegiado en nuestro tiempo. Ya sea en horarios o en calendarios, integramos y planeamos dedicar nuestra energía y nuestra atención a esas actividades que, vistas con los ojos de otras personas carecen totalmente de valor.
Hace unos meses, mi madre me comunicó que estaba muy indignada con el hijo de una de sus vecinas porque ella le contó que, al llamarle por teléfono a su hijo para decirle que esa mañana se le habían terminado sus medicinas, él se negó a ir a comprarlas en ese instante. “¿Cómo puede ser que el hijo le respondiera que no iría porque estaba a punto de salir a pedalear en su bicicleta? ¡Qué indignación! Ni que la bicicleta y los amigos con los que iba a salir fueran más importantes que la medicina y la salud de su madre”, rabió mi madre. No sólo por ser yo ciclista e hijo también, sino pensando en la administración del tiempo de ambos, mi respuesta fue: “el hijo también tiene su vida y su tiempo y él debe decidir cómo los administra. No puede depender de que a su querida madre se le acabe la medicina para correr a hacer una actividad que su madre no anticipó”. No sé qué tan convencida habrá quedado mi progenitora del argumento, pues admitirlo la privaría del recurso de los llamados “urgentes” a sus hijos, con pretextos médicos o medicinales, entre otros. Lo que sí deseo ilustrar es que esa actividad inútil de pedalear una bicicleta puede convertirse en consecuencias útiles para la salud de quien la realiza y constituye un ejemplo de la necesidad de administrar el tiempo y de reconocer que no somos dueños de los tiempos ajenos. En el contexto de la docencia y de la enseñanza-aprendizaje, recuerdo que, en las épocas en que yo cursaba la secundaria, nos quejábamos de que a las niñas se les alabara por ser más estudiosas que los niños. Claro, “como ellas no salen a jugar con sus amigos en la calle…” era el primer eslabón de nuestras reclamaciones. Los tiempos han cambiado y, aunque los espacios públicos y privados se han vuelto más peligrosos en algunos sentidos, también se han tornado más abiertos a actividades que no estaban disponibles hace algunas décadas. Ahora disponemos de más actividades inútiles que antes. Como utilizar la computadora o navegar en internet, entre otras, o interactuar en actividades en las que se incluyen hombres y mujeres (por ejemplo, pedalear en bicicleta, que antes era una actividad inútil reservada casi exclusivamente a los hombres).
El tiempo libre de otros no es para que lo administren quienes saben más de la vida. De hecho, aprender a administrar el tiempo, ya sean minutos, horas, meses o años, es parte de los procesos de enseñanza-aprendizaje que no siempre se realizan explícitamente. Aprendemos a administra el tiempo a partir de las consecuencias en nuestra propia vida, pero también a partir del ejemplo de otras personas a las que observamos o a las que seguimos en nuestras actividades. Así como la persona amorosa de la canción de la que utilizo una línea com título de este comentario, la gente a nuestro alrededor, sea por ansiedad de amor o por otros criterios, suele exigir que le dediquemos tiempo a tareas, viajes, asuntos, pensamientos, lecturas, escrituras, elaborar productos, que consideran que serán útiles para ellos o para nosotros. De cualquier modo, conviene preguntarse sí, desde nuestra perspectiva de aprendices, estamos dedicando suficiente tiempo a esas actividades inútiles que nos llevarán a la excelencia en algo útil (ya sea resolver problemas matemáticos, o de relación o de comunicación) y sí, desde nuestra perspectiva de docentes exigimos el tiempo adecuado de práctica en las actividades orientadas al aprendizaje de las asignaturas que impartimos. ¿Promovemos que los estudiantes utilicen adecuadamente sus horas de aprendizaje o los hartamos e importunamos con un sinfín de tareas que les dejan sin tiempo libre para realizar otras actividades que también pueden derivar en aprendizajes? ¿Asumimos que “para que no tengan malos pensamientos” hay que llenarlos de actividades repetitivas o les ayudamos a administrar su tiempo para enfrentar y resolver problemas de maneras eficientes y practicar actividades de manera que sirvan como parte de sus logros acumulados? Ciertamente, como docentes celosos (por más cantarines que seamos), no podemos esperar que todo el tiempo libre de los estudiantes, fuera de la escuela, deba dedicarse a profundizar en los aprendizajes y los temas de nuestra asignatura específica. Por más que pensemos que nuestra asignatura es la más importante de la carrera o el nivel, cabe preguntarnos: ¿en qué medida nuestras asignaturas contribuyen a que los estudiantes aprendan a administrar sus tiempos, sus energías, sus recursos y sus proyectos de vida?

*Doctor en ciencias sociales. Departamento de sociología de la Universidad de Guadalajara. rmoranq@gmail.com

Comentarios
  • Patricia Gascón

    Muy buen artículo, refkexivo…. Qué quehaceres inútiles hago? ameno y muy cierto!

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