El regreso a casa

 en Jorge Valencia Munguía

Jorge Valencia*

El equipo mexicano de futbol regresa a casa después de su participación mundialista con una victoria, un empate, una derrota y una sensación de merecer más. En términos de logro deportivo, como se temía, se trata del peor resultado desde Argentina 78: no pasaron a la siguiente ronda.
Nuestros jugadores fueron el segundo equipo con mayor edad, lo cual significa que, en el próximo torneo, dentro de cuatro años, tendremos que alinear con una mayoría de debutantes en copa del mundo.
Fieles a nuestra idiosincrasia, a la hora de la derrota todos echan culpas. La Federación, el entrenador y los futbolistas se desmarcan con mayor habilidad que contra los polacos. Nuestro peor yerro consistió en la disciplina: si fuéramos otros, los jugadores habrían hecho lo contrario de lo que les pidió el Tata. Sin embargo, pese a sus ganas, atendieron el plan táctico con mansedumbre de monjas y resignación de condenados. Se presentaron contra Argentina como ante el paredón de fusilamiento: más estoicos que convencidos, dispuestos a perder de la manera menos escandalosa.
Si hubiéramos ganado a Polonia o empatado con la referida Argentina, habríamos retrasado nuestra descalificación media semana más: contra Francia, el rival que no pudimos enfrentar, no hubiéramos tenido nada que hacer. Pero no lo sabemos. La inspiración es una posibilidad y un anhelo que sólo nos han envuelto en la primera ronda: alguna vez contra Alemania, contra la propia Francia, contra Italia… Excepciones por eso mismo recordadas como leyendas.
En opinión de los especialistas, si tuviéramos más jugadores en los primeros equipos de Europa, nuestros resultados serían distintos. Quién sabe. Hugo Sánchez no marcó la diferencia en México 86 ni en EE. UU. 94.
El secreto para el éxito es la preparación. Así lo demuestra España, que antes de 2010 no era nada; Argentina, en 78.
Ganar significa dominar el juego y sus reglas. Pero también tomar las mejores decisiones en la elección del entrenador, del proyecto, de las sedes para los partidos clasificatorios, la comercialización… Todo abona.
Principalmente, el sistema de juego. Nadie gana si no juega bien. Jugar bien significa meter más goles de los que se reciben. Ni el Brasil de Zico a pesar de contar con Sócrates, Junior y otros “cracks” de los ochenta, pudo ser campeón del mundo: tenían una mediocre defensa que los rivales pudieron vulnerar.
El próximo mundial albergará más selecciones. México será sede parcial: tendrá que ganar más veces, pues el formato será diferente.
La suerte y el destino no se han puesto la camiseta verde. Los aficionados, históricamente acostumbrados a recibir menos de lo que esperamos, podría ser que ahora sí lo merezcamos. El mejor partido es el que sigue; el mejor Mundial, el que aún no se juega.
Los jugadores regresaron a discreción, con la cabeza entre los hombros del anonimato. Algunos se quedaron a tomar vacaciones. Otros compraron boletos para ver la final.

*Director académico del Colegio SuBiré. jvalenci@subire.mx

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