El lenguaje de los tristes

 en Rubén Zatarain

Rubén Zatarain Mendoza*

En el mundo relacional y la convivencia social de las clases medias urbanas la irrupción de las alegrías en tiempos vacacionales es una manifestación implícita del nivel de alienación que el sistema productivo y sus condiciones de trabajo generan.
La música estridente y las bebidas etílicas que corren como ríos por los sistemas digestivos son formas evasivas de las existencias en el aviso de la vaciedad.
Abrevar espiritualidad en templos y ante las cruces para cubrir de manera rápida en dos semanas ayunos emocionales y descargar maletas obesas culpigenas en actitudes liberadoras de vía corta son elementos de Psicología Social casi generalizadas.
Los rituales y los arrepentimientos en las congregaciones masivas, los días donde se respira polvo en peregrinaciones, se bebe agua compulsivamente si no hay mas y se sudan desencuentros consigo mismo y con los otros.
Cargarse de energías y resetearse mentalmente para seguir la vida pecadora en los territorios de la gula, la avaricia y las prácticas del amor propio y ajeno.
Olvidar culpas, marginar esa conciencia acusadora y sentirse acompañado en esas masas donde se pierden las ovejas negras en las perspectivas negras, grises y pardas.
Nadie está en solitario, nadie está libre ni exento cuando de rendir cuentas en materia de pecados se trata.
La conciencia culpigena se reproduce familiarmente desde edades muy tempranas y a manera de impronta acompaña al sujeto hasta el último aliento.
Lo mete y lo saca de manera recurrente en las fauces de la infelicidad, determina su energía y comportamiento.
El círculo vicioso de pecar y arrepentirse.
El territorio de los felices a ratos, a minutos, el ineludible encuentro con la conciencia acusadora, con el yo tempranamente sometido al ácido de la moral incomprensible.
La búsqueda de bastones psicológicos, los mártires y profetas que exigen fidelidad con la promesa de abogar y hacer acompañamiento celestial cuando llega el momento.
El sufrimiento de otros y la sensibilidad propia, la tranquilidad de la oración de dientes para afuera.
Las falsas democracias y liderazgos que se sostienen en las mentalidades de las masas
alienadas.
Los resultados colaterales de una mentalidad colectiva con soportes religiosos evasivos, la casi creencia religiosa en el verbo y el mensaje mareador de los obtusos hacedores de gobierno de una sociedad lejana al pensamiento científico, al pensamiento crítico.
Los alegres y los erráticos mundos de felicidad relativa a precio de tarjeta bancaria y de otros medios de préstamo y adquisición.
La evasión sanadora por unos días, los cuerpos, los dulces y los salados,los amargos fríos.
Mientras tanto por otra cuerda el lenguaje de los tristes, los espíritus contemplativos que observan el ocaso, que extienden la mirada y encuentran en los follajes cenizos de los árboles en emergencia por la sequía, un poco de su sentir.
Los que observan los ríos secos y los lagos y playas contaminadas y el caminar de las masas humanas pospandémicas depredadoras que desplazan en su andar cansino valores como la solidaridad y la conciencia ecológica.
Los que despiden cada día sus esperanzas en el ocaso del sol y el vuelo de retorno de las aves a sus nidos antes de caer la noche.
El lenguaje invisible de los tristes y sus emociones y reflexiones.
El silencio y la capacidad de diálogo y encuentro auténtico de los que viven la vida apolaustica y los que hacen contemplación y vida reflexiva.
La opción hedonista y epicureista de las masas en búsqueda de la felicidad por fugaz que está sea. La opción de sentido con el alfabeto consumista al alcance de todos.
La opción de la inteligencia científica cartesiana y sentido de vida en los límites de propuestas como la Schopenhauer o Bauman; el pozo emocional humano solamente humano en la sensibilidad de poetas como Baudelaire y las flores del mal.
El lenguaje de los tristes, las masas de niños y niñas a quienes la condición social les acota el derecho a la recreación y el ocio.
El juego y el trabajo como manifestaciones de humanidad dónde subyacen lenguajes simbólicos dónde la risa y el llanto se distribuyen desigualmente.
La música estridente cómo mercancía de clientes convertidos en masa cada generación. El silencio y el pensamiento, el inédito sistema de construir e interpretar emociones de los silentes.
El lenguaje de los tristes, la luna en menguante y el humo disperso de las casas humildes dónde se cocinan los frugales alimentos y se charla apenas lo mínimo necesario.
La madre y su hija adolescente vacacionistas en la sala de emergencias del hospital por intoxicación por consumo de mariguana.
Las metáforas del dolor como inmanente del ser humano. La espina, los clavos, la sangre, el martirio, el calvario, el extravió en el laberinto.
La dialéctica insoluble del que blande la espada, la lanza y el crucificado.
Los pozos y la orografía socioemocional, su educabilidad para hacer menos desgraciada la crisis existencial de las masas cebadas con artilugios digitales y audiovisuales, el mercado de las drogas legales e ilegales, las masas consumidoras en crecimiento exponencial.
Los contenidos y los sujetos que aprenden cómo manejar sus emociones y saben las coordenadas de su mapa a transitar a la pregunta del qué hacer.
Los que no saben ni pueden.
Vacaciones de semana santa y pascua, las dos caras de la moneda del tiempo, de los espacios urbano y rural donde moran los alegres y los tristes, los felices y los infelices.
Las flores de jacaranda y primavera que vuelan con el viento, el polvo y los vientos en remolino que levantan hojas y pasto seco, la botella de plástico y el bote de aluminio tirado en las playa, los bosques secos y grises, la fauna en emergencia por escasez de agua. Guadalajara en tandeo y sequía, los habitantes en relativo descanso, el estado luctuoso en la Universidad de Guadalajara, los reacomodo del poder y el diálogo “franco”; el escenario en tres pistas otra vez en la expo Guadalajara del Talent land, Recrea land y otros anglicismos en territorio huichol, el foro dónde hacen conferencia los ahistóricos y advenedizos del segundo bicentenario; la tristeza de los puerquitos exhibidos en el montaje de la granja que también tienen emociones.
El lenguaje de los tristes y sus códigos por interpretar, la salud emocional y las ofertas comerciales para atender necesidades sentidas de las mayorías dolientes convertidas en mercancía y objetivo. Gestionar el tiempo de trabajo y el derecho al descanso, equilibrar las balanzas emocionales.

*Doctor en educación. Profesor normalista de educación básica. zatarainr@hotmail.com

Comentarios
  • Griselda Gómez de la Torre

    Agradecer la donación de su palabra que compromete el pensamiento en la búsqueda de concordancias en este entender la mirada que coloca Dr. Rubén Zataráin Mendoza, para generar sentido a su mensaje, “El lenguaje de los tristes” de los que buscan y no alcanzan, de la desesperanza, del juego de la vida y sus circunstancias.
    Semanas de reflexión auto reflexiva en este caminar que es la vida en el tránsito de los días, resignificando desde lo dado (determinaciones socio – históricas – culturales) y la posibilidad de aportar caminando, sin camino dado.
    “El lenguaje de los tristes” y apasionados por la vida, por los encuentros y desencuentros mismos, las categorías fundantes que da cuenta en su artículo y que pudieran definir un poco los síntomas sociales de la subjetividad colectiva derivada del sistema social. Traigo a cuenta los síntomas sociales de los cuales aborta Usted y que citando a Byung- Chul Han menciona cómo: La sociedad del cansancio, el vacío existencial, el sentido de la existencia, en el planteamiento del “paradigma inmunológico” y que ha renombrado como “paradigma neurológico”, vivimos con el enemigo dentro ante la realidad que no podemos cambiar, ante el desaliento, la pérdida de expectativas que van generando esta generación de la sociedad del cansancio, “El lenguaje de los tristes” y su no encuentro ante la realidad que lo consume, que lo cansa.
    Vivimos el tiempo de la disuasión, el consenso, comunicación y control, la violencia de lo positivo y la violencia de lo viral, del uno mismo a la violencia del otro, de lo otro, pasando así de la sociedad disciplinaria a la sociedad del control, de la obligación del cumplir, del rendir, de la culpa por no rendir y el mal lograrlo, violéntanos nuestro ser y al otro, llámese persona o naturaleza.
    La sociedad del rendimiento, es decir: “el yo poder generadora de depresivos y fracasados como lo señala el filósofo antes mencionado, produciendo vacío existencial sobre la persona, la ansiedad resultante del llenarse de lo que tenga a su alcance y la escasa tolerancia al vacío que nos acompaña.
    Agradezco la oportunidad del enriquecimiento y la oportunidad para aportar algunas líneas que emergen en este estar siendo.

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