El dolor, eso que nos une

 en Marco Antonio González

Marco Antonio González Villa*

La celebración del Día de Muertos en nuestro país, con la consecuente visita a los panteones de miles de personas, algunos solos, otros acompañados, para estar un momento con sus seres queridos que ya no están con nosotros, así como la sensible pérdida sufrida recientemente por la comunidad Educ@rnos con Víctor Manuel Ponce Grima, invita a hacer una reflexión en torno a ese sentir que en muchas ocasiones dirige, determina y estructura la vida de muchos y muchas: nos referimos al dolor.
El dolor nos acompaña durante toda la vida; la llegadora letra de José Alfredo Jiménez que a la letra dice “…la vida empieza llorando y así llorando se acaba…” representa esta idea y experiencia de vida básica, no es una metáfora, es literal la idea del cantautor: el momento del nacimiento es sufrido para el nuevo ser, de hecho se tiene sentir un poco de dolor para llorar desde el inicio de la vida extrauterina, lo cual es un buen signo y se califica bien en el Apgar por cierto y, por otro lado, al final de la vida el dolor es una presencia inevitable, ya sea para quien muere o para quienes amaban al ser que pierde la vida, ya sea frente al lecho de muerte, en el hospital o, como ya dijimos, frente a una tumba. Obviamente, algunas muertes duelen más que otras, lo digo en el más puro sentido sentimental que pueden tener estas palabras.
Freud, Rogers y Jung son algunos de los autores del campo Psi que le confieren al dolor un sentido estructurante, como factor que lleva al crecimiento diría el humanista y como elemento que genera conciencia. Para la filósofa mestiza, mexicana-estadounidense, Gloria Anzaldúa el dolor une a las personas en algo que ella llama ética de la interconectividad, dado que el dolor sensibiliza tanto a la persona que lo sufre como a aquella que es testigo o tiene conocimiento del dolor del otro. Es de las pocas experiencias de vida que realmente nos hacen ser empáticos, entender al otro, lo que nos lleva a ser compasivos, solidarios, un apoyo, ser una mano o un abrazo que cobija y sirve de bálsamo ante y para aquel que sufre; lo entendemos porque todos hemos sentido dolor en nuestra vida y tenemos conciencia de ello.
Hemos centrado hasta aquí el dolor en la pérdida de un ser querido, pero en el mundo social también se presenta cuando se pierde un amor, un sueño, una meta, por sufrir discriminación, por abandono, por pobreza, por hambre, por frío, por una derrota, fracaso, rechazo, por no ser quien realmente queremos ser, por ver sufrir a los seres amados, por una herida o enfermedad física, por los ojos que no nos quieren ver, en fin, la lista de motivos es extensa y todos, todos, hemos sentido alguno de ellos y por eso podemos conectarnos.
La risa es contagiosa, el dolor también, no lo olvidemos y nos seamos insensibles ante su presencia; ¿alguien nunca ha sentido dolor? Lo dudo.

*Doctor en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. antonio.gonzalez@ired.unam.mx

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