El Día Universal del Niño ¿cuándo se fractura la inocencia?

 en Marco Antonio González

Marco Antonio González Villa*

El día 20 de noviembre, además de la conmemoración de la Revolución Mexicana en nuestro país, es el Día Universal del Niño. ¿Por qué se eligió esa fecha?, el 20 de noviembre de 1959 la Asamblea General de la ONU aprobó la Declaración de los Derechos del Niño. Exactamente 30 años después, el 20 de noviembre de 1989, con la participación de diferentes sectores, instituciones y asociaciones sociales, se logró acordar el texto final de la Convención sobre los Derechos del Niño. De esta manera, se entiende y justifica la elección de la fecha.
Dejando aparte la obvia discusión en torno a los muchos siglos en que la población infantil no fue considerada pese a su evidente la vulnerabilidad, es un hecho que aún hace falta mucho por hacer.
Es un hecho que la mayoría de las personas, no todas lamentablemente, sentimos ternura, alegría deseos de proteger o consolar, así como dolor al mirar a niñas y niños pequeños, dependiendo la escena en la que se encuentran: mirar a un niño reír o llorar son comúnmente signos de su inocencia, inocencia que en algún momento muchos de esos infantes perderán.
Ver los noticieros se ha tornado una fuerte llamada de atención que nos hace pensar en el tema de este texto. Prácticamente todos los días escuchamos y vemos historias de asaltantes, secuestradores, sicarios, personas que venden o consumen droga, fundamentalistas, violadores, ejércitos que reprimen a civiles, personas de grupos políticos que atacan a otros o entre sí, secuestradores, personas que se suicidan, tratantes y explotadores, entre muchas otras clasificaciones, que nos obliga a preguntarnos por aquel niño o niña inocente y frágil que un día fueron: mirar a un bebé genera sensaciones y sentimientos positivos en lo social, sin embargo, nadie puede saber cómo acabará la historia de ese infante.
Es un hecho que la sociedad en general, y los adultos por obligación, algo estamos haciendo mal que no hemos podido logrado garantizar el cumplimiento de sus derechos de salud, educación y protección, para el total de la población infantil.
Aunado a ello, la creciente desintegración familiar, que ha generado un cambio en la significación y experiencia de vida familiar, ha incrementado el nivel de vulnerabilidad de los niños y niñas. De esta manera, en algún momento, lamentablemente, su inocencia será fracturada y ya no podrá restituirse, quedando sólo una persona rota, que deja atrás y perdido para siempre su antiguo rostro infantil tierno.
Queda claro que la atención y satisfacción de las necesidades sociales, afectivas y psicológicas de todo infante, puede lograr que se consoliden valores que fortalezcan el tejido social. Sólo faltan entonces padres y madres dispuestos, en verdad, a hacerlo. Parece simple, pero no lo es.

*Maestro en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. antonio.gonzalez@ired.unam.mx

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