El acero aprestad y el bidón

 en Jorge Valencia Munguía

Jorge Valencia*

Con la falta de gasolina el uso del coche está racionado. Las costumbres se desmotorizaron. Ahora las tortillas se compran a pie. Los domingos promueven una caminata voluntaria o la resignación de una jornada futbolera en familia. Los padres conocen por fin a los hijos. Los maridos descubren nuevas arrugas en sus mujeres. Y las esposas identifican torpezas albañiles en sus cónyuges inútiles. Nadie previó que la regeneración lopezobradorista suponía mayores caricias al perro. La modificación de los hábitos implica un cambio de las percepciones. Un mundo sin gasolina resulta más simple. Las calles se presentan menos conflictivas y las banquetas, más pobladas. Hacen falta adoquines y luminarias. Cortesía de paso. Ciclovías que no se interrumpan con pasos de la muerte.
No estamos acostumbrados al escatimo. Para nosotros, la disipación es sinónimo de la dicha. Si no prendemos todas las luces de la casa, no estamos contentos. Usamos el coche para diligencias que quedan a dos cuadras. El motor se revoluciona mientras el obsesivo dominical lava el mustang con reguetón y una manguera con agua a presión. El despilfarro es fiesta.
Ahora los domingos deben reinventarse. Pasar más lentos. El cuarto de tanque se guarda para el trabajo entre semana. Los vecinos hacen ronda. Los camiones inauguran pasaje por colonias donde sólo se bajaban sirvientas. Todos reconstruyen sus hábitos de movilidad y de experiencia citadina. Las cosas parecen más lejos a pie. Lo cerca se encuentra a un radio de una cuadra. La gente prefiere la casa. La queja y la duda.
También los delincuentes encuentran nuevas rutinas para el crimen. Hay conductores en fila para la gasolinera que han sido víctimas de asaltos. Los despachadores surten más del límite acordado a cambio de mordida. Otros ordeñan coches estacionados. Los emprendedores de ocasión ofrecen bidones a domicilio con el precio triplicado, sin la molestia de la cola ni el peligro del asalto. Mad Max versión guanatos…
El gobierno no lidera ni detalla hasta cuándo, ni el local ni el estatal ni el federal. La sociedad civil se pasa el pitazo en redes. Lo concesionarios publican sus abastos y anuncian en vilo sus colapsos, después de una cola de tres horas.
Los mexicanos cuestionamos en qué país vivimos. El que nos legaron y el que construimos. El que queremos y podremos. Ser gordos y corruptos no tendría por qué ser genético. Lo descubrimos mientras se pasa el domingo, entre repeticiones de goles y una familia apenas reconocida.

*Director académico del Colegio SuBiré. jvalenci@subire.mx

Comentarios
  • Susana

    Nada retrata mejor la vida de hoy que sus palabras, cuanto lo lamento!, aún así, por favor siga escribiendo

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