Educar en libertad

 en Miguel Bazdresch Parada

Miguel Bazdresch Parada*

Educar es desde siglos atrás una tarea considerada como la más humana de las tareas del ser humano. La clave de esa consideración surge cuando los humanos reconocemos la fragilidad de los recién nacidos si los comparamos con la actividad de un animal recién nacido. Un lobo, un caballo, un cerdo, un mapache, etcétera, cuando nace sabe, a los ojos del humano que lo contempla, pararse en sus patas, buscar el alimento y protegerse en medio de su madre y sus iguales. El bebe humano no sabe nada de eso, excepto llorar cuando siente hambre o incomodidad, digamos sabe hacerse notar. No más.
De ahí surge la importancia de los humanos mayores sean capaces de atender y entender a la cría humana en sus necesidades, primera de todas, la ternura. Y muy cerca, alimentación y limpieza. Sin duda, los humanos primeros habrán tardado varias decenas, quizá cientos de años en acabar de comprender por qué una cría humana requiere atenciones muy diferentes de las demás crías conocidas. Hoy conocemos la importancia vital para la vida del recién nacido de ofrecerle atención cariñosa, emocionada y empática para que logre un desarrollo óptimo. Y lo hemos conocido al investigar el origen de las dificultades de una persona, desde sus primeros años hasta los últimos, para vivir y convivir de manera satisfactoria y significativa consigo mismo y los demás.
En algún momento de la historia los seres humanos comprendimos esta situación y le pusimos nombre: Aprender. (La etimología de esta palabra y la de su correlato moderno: conocer, es muy antigua, muy rica y variada, y no es momento de explorarla aquí, sólo señalar esta tarea para el explorador interesado). Se trataba de lograr que el infante hiciera, y bien hechas, las acciones importantes para la vida de él y del grupo. Así, podría contribuir a la vitalidad y al crecimiento del grupo. Muy pronto aparece una nueva vertiente: aprender lo que la iniciativa del infante buscaba o quería. Y así, la dualidad: debes–quieres atormenta a los humanos todos. “Haz lo que debes y cuando termines puedes hacer lo que quieres”. ¿Se puede lograr entre los humanos la sintonía entre querer aprender lo que debo aprender? Sí, cuando la libertad del querer toma nota de la necesidad del debo para conseguir aquel quiero. Por ejemplo: “Quiero, libremente, aprender a comunicar mis deseos, debo aprender los secretos de la comunicación efectiva.”
Si esta afirmación la relacionamos hoy con educar, es decir con propiciar, lograr, que yo y mis estudiantes seamos capaces de expresar el sentir de nuestra interioridad y ponerlo frente a las demandas del mundo y del grupo que piden atender a las situaciones externas; estaremos “aprendiendo a expresar el sentir personal, a relacionarlo con el deber que impone la vida en el grupo, y a tomar decisión sobre cómo se pueden articulan ambas situaciones”. Por tanto, sabremos qué debemos aprender para construir nuestros significados de modo tal que nos comprendamos en grupo y, reunidos en libertad, podamos conocer el mundo y conocernos a nosotros mismos.
El currículo obligatorio ¿conspira contra ese proceso? La educación obligatoria, ¿conspira contra ese proceso? ¿Qué nos muestra la pandemia sobre este proceso?

*Doctor en Filosofía de la educación. Profesor emérito del Instituto Superior de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). mbazdres@iteso.mx

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