Educación sexual para menores: lado oscuro de la tecnología

 en Marco Antonio González

Marco Antonio González Villa*

En los últimos años se ha incrementado el número de casos en los que niños, niñas y adolescentes, menores de edad, han observado y tenido acceso en dispositivos tecnológicos a material de contenido sexual, que no necesariamente es adecuado o clasificado como educativo.
Por décadas, detractores y seguidores del psicoanalista Sigmund Freud han debatido acerca de la sexualidad y la sexualización durante los primeros años de vida, aspecto que ahora, sin necesidad de pertenecer al campo de lo Psi, ha empezado a dirimir la discusión: la tecnología, internet específicamente, sexualiza a personas de todas las edades.
En el caso de las personas adultas entendemos que no hay problema, dado que, se asume, las personas en esa etapa ya disponen de criterio, capacidad de juicio y libertad para decidir sobre los contenidos que ve en internet, así como la capacidad para procesarlos y manejarlos de formas adecuadas y convenientes socialmente, pero se asume al mismo tiempo que un menor de edad aún no tiene la capacidad para manejar ese tipo de información visual y/o auditiva.
Hay entonces dos preguntas que son necesarias contestar para justificar el título del texto ¿qué tipo de contenidos pueden ver los contenidos en internet?, ¿por qué los menores tienen acceso a ese tipo de contenidos?, con relación a la primera pregunta la respuesta es sencilla: todo tipo de contenidos. En últimas fechas youtube cambió sus políticas y empezó a censurar videos con relaciones sexuales explícitas o material calificado como inapropiado, pero por años fueron la primera experiencia sexual virtual de muchos y muchas menores. Pese a la reciente restricción, infantes y adolescentes disponen de otras plataformas para tener acceso que lamentablemente se comparten entre pares, incrementando así el número de observadores de materiales que pueden tener enfoques poco o nada formativos o educativos, incluyendo contenido de parafilias consideradas ilegales, que termina por mal orientar y mal informar a estudiantes de niveles básicos.
La segunda respuesta es difícil de responder sin adjudicar responsabilidades a varias personas. De inicio resulta cuestionable pensar porque niños y niñas disponen de un dispositivo tecnológico que se otorga con fines de distracción y entretenimiento y no sólo educativos, pero aún es más difícil de entender porque no se tiene supervisión con los menores sobre los contenidos que revisan; el argumento de muchas personas es señalar que eso no lo observan o aprenden en casa, lo cuál sólo sería válido si los menores no tuvieran contacto con otras personas ajenas al hogar.
Esta sexualización podría ser, y lo manejo como hipótesis y no como verdad, una de las causas por las cuales, pese a que tenemos generaciones que disponen de mayor educación sexual en las escuelas y el hogar, siguen observando diferentes problemáticas ligadas a la sexualidad, como los embarazos no planeados, por ejemplo.
De esta manera, cuando un o una docente empieza a hablar de sexualidad en el aula desde una perspectiva académica puede ser ya demasiado tarde o de un impacto menor comparado con el tipo de imágenes vistas previamente; es por tanto la sexualidad un lado oscuro de la tecnología aplicada al campo de lo educativo. ¿Se puede evitar esta situación? La respuesta es sí, pero definitivamente no será fácil lograrlo. Se aceptan propuestas.

*Doctor en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. antonio.gonzalez@ired.unam.mx

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