Educación para la paz

 en Miguel Bazdresch Parada

Miguel Bazdresch Parada*

No puede negarse el incremento de la situación de violencia vivida por el país. De la violencia delincuencial relativamente común y contenida en cualquier país, pues no existe pueblo sin un grupo de personas convencidas de la fuerza y el atraco como medios de subsistencia, moderada y encubierta a fin de que el “negocio” no sea cerrado por las autoridades, pues bordea la ley y se cuida de no violarla. La historia lo confirma.
Lo de hoy es diferente. Es una violencia como modo de vida y modo de ser. Es un modo de ser para quien ha vivido con el ruido de los balazos en sus oídos desde tomó conciencia y relacionó los ruidos con la agresión a personas. Las crónicas hablan de niños sicarios, por ejemplo. Muchachos de escasos 13, 14 años entrenados para disparar a personas, sabedores de la obtención de una recompensa por quien los manda y les da para vivir si obedecen. O bien, violencias cotidianas practicadas por pequeñas bandas en barrios para robar celulares, carteras, automotores o portafolios o mochilas de los niños que van a la escuela. Todos los días, todos, las noticias en la televisión mañanera nos recuerdan la existencia tenaz y desagradable de esos hechos, nada derechos y si persistentes. Desde luego, la misma fuente nos da cuenta de las desapariciones simples o forzadas del día.
¿Dónde quedó el derecho, dónde la ley, dónde los cuidadores de la población amenazada por esas prácticas? ¿Dónde la educación del respeto, cuidado y confianza?
¿Algo puede hacer la educación, la familia y la escuela por la reducción y eventual control de la violencia? ¿Algo por la paz?
No será fácil y sí se puede contribuir a la paz desde la educación, la familia y la escuela. Se puede decir en corto así: Reconocer cómo hacemos paz y… cómo la deshacemos en la vida cotidiana y en la vida institucional de esas instituciones. Nada fácil y a la vez posible. Un ejemplo imaginario: si observo a un papá gritándole a una niña: “ve nomás, qué vestido traes… rapidito se me cambia y se pone un vestido de muchacha decente”, y me atrevo a decirle: “compañero, está usted destruyendo la paz, la confianza y la credibilidad de su hija en usted”. Lo más seguro es que me “sacan a patadas de ahí” aunque grite que tengo la razón.
La paz ha de usar medios de paz para instalarse. Y el primer medio pacífico es crear una situación dónde el mismo violento reconozca su violencia y las consecuencias de ésta. De seguro la mayoría de los lectores van a decirme: “Ahí te hallan, compa”. Es posible. Sin embargo, la índole de la paz no es sólo racional. Es emocional y mental, además, como todos los modos culturales de ser. Por eso la cultura de paz se instalará en la medida de encontrar el modo para que las personas concretas reconozcan su cultura agresiva e inhumana. Y serán modos personalizados a cada persona o situación violenta. La educación y la escuela es clave para lograrlo. Empieza por maestros y maestras pacíficos, conocedores de cómo se violenta a otros y de cómo evitarlo. Esa es la tarea hoy para tener una cultura de paz.

*Doctor en Filosofía de la educación. Profesor emérito del Instituto Superior de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). mbazdres@iteso.mx

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