Educación básica y educación Normal, historias paralelas y en aras una Nueva Escuela

 en Jaime Navarro Saras

Jaime Navarro Saras*

En el marco educativo de la Cuarta Transformación, la Nueva Escuela Mexicana ha sido, con mucho, la definición conceptual que más se repite en los contextos escolares, tanto en la publicidad de los medios y en los discursos de gobierno como en las pláticas entre maestros, los principales operarios de los procesos educativos áulicos. El argot de las olas educativas es el que finalmente se queda en los dichos magisteriales, así ha sido siempre, igual sucedió el pasado sexenio con frases como reforma educativa, evaluación punitiva, examen para el ingreso al servicio, el INEE, etcétera, la moda de hoy es Nueva Escuela Mexicana.
Los maestros siempre se quedan con la sensación de que reformas van, reformas vienen, pero las realidades educativas permanecen y poco se mueven debido a que, la vida de las aulas no alcanza a distinguir entre una idea y otra por esa vieja práctica de que cada gobierno llega con su propuesta y visión de pensar y hacer las cosas o, como dijera un viejo profesor después de haber asistido a una reunión informativa de la nueva visión educativa, –es la misma gata, pero más revolcada–.
Cierto es que las reformas educativas de nuestro país están dirigidas casi en su totalidad a la educación básica, sin embargo, el tema de la educación Normal ha tenido sus protagonismos, unos más acertados que otros, pero al fin protagonismos, el pasado sexenio (como en otros más) le quedó a deber porque poco se hizo para mejorarlas, principalmente por la modificación de los perfiles del profesiograma para que el ingreso al servicio docente en educación básica no sólo estuviera dirigido al perfil de los normalistas, sino a cualquier profesionista con licenciatura no docente, esta medida desmotivó el ingreso a las Normales y la matrícula disminuyó significativamente, de lo poco que se hizo fue motivado por la inercia que provocaron los hechos lamentables de la desaparición forzada de los 43 Estudiantes de la Escuela Normal Rural “Isidro Burgos” de Ayotzinapa, fuera de allí sólo quedó en promesa la idea de transformar las escuelas Normales.
Con este nuevo gobierno se propone la Estrategia de Desarrollo Institucional de la Nueva Escuela Normal (EDINEN) a desarrollarse durante los ciclos 2020 y 2021, la cual se sustenta en 9 procesos o categorías de análisis (1. La gestión y fortalecimiento institucional. 2. Profesionalización y educación continua. 3. Movilidad académica nacional e internacional. 4. Vinculación. 5. Evaluación. 6. Posgrado. 7. Investigación. 8. Diseño curricular y formación docente. 9. Infraestructura.), si bien, cada uno de los apartados engloba una serie de acciones encaminadas para que las escuelas Normales se parezcan más a una institución de educación superior que a una escuela secundaria, también es cierto que para provocar dichos cambios se requiere algo más que voluntad, implica una revolución cultural y que se cumpla de manera obligada lo que se promete, en este sentido habría que reflexionar sobre los siguientes puntos:

1. No todas las escuelas Normales son iguales, las caracteriza la heterogeneidad, por lo cual habrá que hacer el análisis por separado entre las que se ubican en centros urbanos como las de contextos rurales; las federales, estatales y particulares; las que vienen de una tradición propia (las Beneméritas y Centenarias); las que parten de principios, valores y controles endogámicos (algunas rurales y otras de baja matrícula); las que sus directivos y docentes no mueven un dedo sino llegan indicaciones de la parte oficial y/o sindical para hacer o dejar de hacer actividades; las que se han caracterizado por desarrollar procesos innovadores y generado intercambios, convenios, cuerpos académicos, etcétera.
2. Los procesos a desarrollar tendrán que basarse en diagnósticos sistemáticos y acompañados de estrategias para provocar acciones transformadoras donde no las hay, así como incentivar y mejorar los procesos que ya forman parte de la cultura de cada escuela Normal.
3. Habrá que garantizar los despegues salariales significativos entre las plazas de las escuelas Normales y las de educación básica (es inconcebible que la plaza inicial de este nivel educativo tenga un salario inferior de casi un 20% al que obtiene el profesor de educación básica de nuevo ingreso).
4. Es de aplaudir los temas de movilidad, investigación y posgrado, al igual que el punto anterior, habrá que garantizar su cumplimiento y que de ninguna manera su inconveniente tenga que ver con la falta de recursos o con procesos burocráticos engorrosos y de deficiente inclusión.

En definitiva, si se aspira a tener una educación de excelencia, la formación inicial del profesorado es vital, para ello se requieren instituciones que puedan garantizar una formación sólida. El tiempo para transformar las escuelas Normales en instituciones de educación superior es ahora o ahora, la necesidad de romper con las prácticas endogámicas y abrir el normalismo al mundo es fundamental, lo lamentable (al paso del tiempo) sería hablar de la Nueva Escuela Normal pero conservando las viejas prácticas y vicios de antaño, lo nuevo, tal como se define el término es, por lo menos, una renovación del fondo y la forma, si sucede cualquiera de las dos cosas algo se habrá ganado, de otra manera, será una oportunidad perdida para una institución de más de 100 años que ya requiere ser modificada para el bien de la educación pública.

*Editor de la Revista Educ@rnos. jaimenavs@hotmail.com

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