Educación adulterada

 en Marco Antonio González

Marco Antonio González Villa*

Las últimas semanas he encontrado coincidencias estrechas con mis compañeros de Educ@rnos; en esta ocasión con Jaime Navarro, lo cual revela que estamos observando una realidad similar, que, lamentablemente, no es una visión compartida.
Piaget decía que el aprendizaje del niño comúnmente es “adulterado” lo que significaba, en un peculiar juego semántico, que la educación de un niño se ve alterada por la visión que el adulto tiene en torno a lo que un niño “debe”, con el mayor sentido impositivo del término, aprender.
La perspectiva de la Escuela al centro y la gobernanza del sistema educativo patentizan la necesidad de contar con una infraestructura educativa que pueda ser regulada, en todo momento, por diferentes instancias y figuras administrativas. Cada vez hay más adultos involucrados en un proceso en el que los niños y los adolescentes no tienen voz y voto, dado que asumimos que es obligación de los mayores llevarlos por el camino correcto; era necesario poner el alumno al centro, pero ello implicaría dedicarles tiempo, brindar respuestas, garantizar y cumplir promesas, lo cual no es conveniente porque no hay forma de sostener en la realidad las palabras que se vierten. Mejor se puso al centro al espacio y a los maestros obligados a realizar prácticas y rituales específicos, como aprobar a alumnos sin conocimientos adquiridos. Al cabo los alumnos se irán con el tiempo y dejarán de ser responsabilidad de la escuela; así, si con el tiempo un alumno no logra ingresar a una universidad u obtener un empleo digno, pese a la educación recibida, las autoridades podrán lavarse las manos diciendo que ellos cumplieron con su labor. Interesante postura, más si pensamos que pocos personajes en la historia han quedado bien parados cuando optaron por lavarse las manos y no hacerse responsables de sus decisiones ante una situación en la que el destino de otro estaba en juego.
Dedicarnos a la educación de niños y adolescentes nos lleva a transitar por diferentes etapas y estados como el idealismo de cambiar las condiciones sociales, crear un modelo pedagógico nuevo que ofrezca mejores resultados, ser el mejor o uno de los mejores profesores en la vida de un alumno, entre otros sueños profesionales, sin embargo, lo que vemos en muchas escuelas son docentes a los que de manera sistemática se les convence de actuar como se indica y no como pensaban originalmente. No pretendo justificar nada, pero los mejores maestros no son los que los alumnos enuncian, sino los que cumplen con todo lo burocrático, y esa es una razón sólida para cambiar los ideales. Habría que indagar los motivos y significaciones que tienen las autoridades de su trabajo en pro de la educación.
Sobran muchos adultos en la educación; está totalmente adulterada diría Piaget. Lo malo de lo adulterado es que no es de calidad, afecta la salud o la integridad y no es un producto que valga la pena. ¿Seguiremos por este camino?

*Maestro en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. antonio.gonzalez@ired.unam.mx

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