Destructores-constructores

 In Rubén Zatarain

Rubén Zatarain Mendoza*

Sentimientos encontrados provoca observar el derrumbe parcial o definitivo de antiguas escuelas en pos de proyectos de reconstrucción y/o remodelación.
Las condiciones materiales y la dignidad física de aulas y anexos son muchas veces aspiración y gestión de algunos actores.
Hay dictámenes de riesgos que amparan en algunos casos el proyecto de demolición y luego de reconstrucción de los edificios escolares.
En cada bloque o ladrillo que cae mueren recuerdos y se fracturan memorias; las historias institucionales viven su propio duelo; personas y comunidades cambian sus registros; la herrería mohosa y retorcida y los escombros hablan su propio lenguaje de añoranza y despedida de una era.
La historia de los edificios escolares, en algunos casos con fecha de caducidad, en otros casos el asedio y el empujón de los eventos de la naturaleza. Hay eventos como los temblores o las lluvias copiosas de algunos veranos como este de 2025. Priscilla y Raymond estuvieron presentes en días anteriores en el censo de daños a las escuelas en marcha, los recursos muchas veces inaccesibles, otras veces insuficientes.
Ahí la falibilidad misma del elemento humano, la utopía de los presupuestos acordados en estados emocionales y arenas movedizas políticas de fin de año, sometidos a prueba de variables, amenazas e imprevisibilidad.
Los apresurados estudios de suelo o los criterios de calidad flexibles “a ojo” que se utilizan en licitaciones a modo.
La baja calidad de algunas construcciones, el pobre liderazgo de la autoridad educativa de todos los niveles para hacer mantenimiento preventivo o correctivo.
Los ciclos sexenales o trianuales de gobierno, las discontinuidades y opacidad en materia de ejercicio del gasto público, calidad de insumos, tiempos y movimientos, la escasa supervisión al final de los procesos y la danza de firmas en la entrega de obras a las comunidades escolares.
La ergonomía, infraestructura funcional y de calidad imposible, por un lado; por otro, el espacio vital necesario para los propósitos pedagógicos.
Las escuelas nuevas o aulas reconstruidas tienen ese olor y color recién estrenado, pero también tienen una especie de cementerio de voces y biografías académicas borradas.
La escuela y las aulas que dejan de ser ante la mirada y las asociaciones de los educandos del ayer. Los exalumnos, ver la escuela desde la calle y evocar aquella lejana e inolvidable infancia.
Los colores pastel de ahora que hacen olvidar la etapa de las aulas provisionales y las cocheras prestadas, que hacen olvidar la fundación de escuelas, algunas muy lejanas, entre cortinas de costales reciclados y de láminas de cartón.
Lo nuevo que ya no significa para los educandos de las últimas generaciones.
Lo nuevo para escribir otras historias, otro presente y reinventar un mañana.
Ahí también está el archivo de las viejas escuelas que han perdido matrícula y que al cerrar turnos y grupos adquieren un nuevo corazón y otro cerebro social.
Ahí la crisis en su momento de los turnos nocturnos y ahora de los turnos vespertinos, ahí la dictadura del RAM objeto de negociaciones, ahí la invisibilidad de grupos de 7 alumnos de algunos niveles educativos, modalidades, con sendas plantillas de organización completa.
Las escuelas que eran historia viva y que cerraron para justificar otro uso, construirse otra vocación. Escuelas primarias para centros de actualización o instituciones de posgrado o para proyectos especiales de aptitudes sobresalientes que suenan a ciencia ficción.
El otro rostro de la crisis educativa, la dinámica demográfica, la dinámica de la matrícula y las decisiones con prisa de gestiones de ocasión para encontrarle uso y vocación a algunas escuelas, objeto de deseo por su ubicación privilegiada.
El otro rostro de la posmodernidad y la pérdida de centros, la movilidad de maestros y maestras y el cariño mutable sobre los edificios que no construyeron y sobre los que no sintieron el mínimo interés de conservación.
Ahí la sui generis planeación, ahí la dinámica del Instituto de la Infraestructura Física Educativa del Estado de Jalisco (INFEJAL), que hacen talacha en tiempo lectivo y vacían de actividad formativa las aulas, desalojan áreas y escuelas y en muchos casos prolongan obras, tornando secundario lo que es primario: el imperativo de atención de niñas, niños y adolescentes.
Niñas y niños en atención virtual o en atención presencial parcial mientras suenan máquinas, marros, martillos y cinceles. El ruido constructor y el daño colateral al tiempo lectivo y la educación de calidad.
Ver caer el viejo jardín de niños que tanto esfuerzo costó fundar hace apenas algunas décadas. Adiós nidales de palomas y de garrobos.
Ver caer la vieja escuela primaria cuyas paredes fueron testigos mudos de los esfuerzos de los niños con menos habilidades y condiciones para el aprendizaje.
¿Y la escuela secundaria que fue trasladada de punto porque su ubicación al lado del mar hizo crecer la tentación de los mercaderes de la plusvalía?
Los viejos edificios escolares eran aquellos donde pendían láminas de cartoncillo y cartulina, pero que tenían su propia alma y construían particular abrigo.
Las nuevas escuelas, hasta con aire acondicionado, pizarrones interactivos, laptop y proyectores, son los espacios donde a veces tiene lugar la derrota educativa, porque hay tecnología, pero también hay ausencia de comprensión de la tarea y de humanismo; hay ausencia de corazón y sueños guajiros de inteligencia artificial en tiempos de descolonización.
Los hacedores de escuelas y dinero, la justificación de frágil matrícula y cobertura, los constructores y sus cuentas, las escuelas viejas que terminan en escombro apilado con destino al tiradero.
Escuela y posmodernidad, lo desechable, las fragilidades.
El espacio educativo y la dignidad de la escuela como factores que explican apenas parcialmente el aprendizaje.
Los constructores-destructores y la cena para hacer política educativa de Facebook, como aquellos “inolvidables” que a contraturno y furtivamente desviaron material de construcción para sus propias fincas y casas de campo.
Las lógicas constructoras de domos y bardas, la “escuela es nuestra” y el uso y abuso de recursos para poner parches, usar cubetas de pintura donde no es necesario y otras curiosidades como hacer bodeguitas para las escobas y trapeadores.
Los riesgos de las infancias, de los colectivos y comunidades.
Constructores de futuro incierto, destructores de algunos pilares que sostienen la estructura de la educación pública.

*Doctor en Educación. Profesor normalista de educación básica. zatarainr@hotmail.com

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