Democracia nuestra

 en Jorge Valencia Munguía

Jorge Valencia*

En su presentación formal como candidata a diputada local por el partido Movimiento Social, en el estado de Veracruz, Paquita la del Barrio pidió a la concurrencia que no se lo tomen a mal; dijo que lo hace “por amor”. Que ella “no sabe a lo que va” pero hay personas que le enseñarán a “manejar ese asunto”. Luego cantó “Rata de dos patas”.
Resulta sintomático que los partidos políticos inviten a personajes famosos para contender por plazas públicas en busca de registro o de obtención de posiciones estratégicas. Se sabe que el futbolista Cuauhtémoc Blanco recibió siete millones de pesos por aceptar su candidatura a la presidencia municipal de Cuernavaca. Ahora es gobernador del estado de Morelos y es asesorado por el también ex futbolista Germán Villa, compañeros de derrotas pírricas en la selección nacional. Acostumbrados al fracaso, probablemente la gubernatura represente su mejor triunfo. Otra cosa es la calidad de su gestión.
El luchador Blue Demon Jr. y otros especialistas de la huracarrana participarán en las próximas elecciones por alcaldías de la Ciudad de México. Lo asombroso es que lo harán bajo el emblema de sus máscaras sagradas. De ganar, los ciudadanos desconocerán los rostros de sus representantes políticos. El hábito hacia insultos y vítores curará de espantos sus probables administraciones. Siempre habrá posibilidad de discutir las diferencias con sus adversarios desde el cuadrilátero.
No parece un escenario descabellado para un país donde un payaso es referencia editorial del acontecer político, un comentarista deportivo es más famoso por difundir sus genitales en la red que por meter goles (por él se hizo viral la palabra “impresionanti”) o la cultura nacional se integra por un bailarín del grupo Garibaldi (desde la comisión de cultura de la Cámara de Diputados).
El mejor ejemplo fue Irma Serrano, senadora de la República por el estado de Chiapas, cuyo feminismo combativo y sexualidad escandalosa resultó lo más destacado de la vida política en tiempos del priato. Sus tesis existenciales pueden conocerse en su obra cumbre: “A calzón quitado”, con ilustraciones convincentes.
El obvio desgaste en la credibilidad de los gobernantes, la corrupción descarada y la confusión de las responsabilidades de los líderes ha provocado que la industria del espectáculo devore las campañas, compre el carisma y las caras bonitas y confíe en trayectorias ajenas al medio. La práctica de la apariencia como sistema de persuasión de los votantes se ha reducido al sufragio como el desenlace y naturaleza de la democracia, no como el punto de partida que en realidad significa, para garantizar una sociedad plural y equitativa.
La tragedia es tal que equivale a presentarnos a un mundial de futbol con once jugadores que no hayan jugado nunca.
El talento no es privativo de nadie y la suerte también orienta los desenlaces. Pero cabe maliciar que detrás de cada advenedizo haya titiriteros malévolos que muevan los hilos… Echando a perder se aprende. No nos puede ir peor. Héctor Aguilar Camín dijo: “sólo una cosa es peor que un político profesional: un político no profesional”. Este país tenemos.

*Director académico del Colegio SuBiré. jvalenci@subire.mx

Comentarios
  • Alfonso López

    La decadencia de la ‘democracia mexicana’

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