Déjese ahí

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

En días recientes, muchos de nosotros hemos visto a distintas autoridades sanitarias de varios países enfatizar la importancia de lavarse las manos con frecuencia, a fondo, además de no tocarse la cara. “Keep your hands away from your face”, expresaron, como si eso fuera cosa sencilla. En el mismo pronunciamiento, varias de estas personas autorizadas para recomendar esas medidas, pasaron a tocarse la cara, mojarse los dedos con su propia saliva, rascarse la sien o la nariz. Ver lo que hacen, en vez de solo escuchar lo que recomiendan, se convierte en una señal de alarma: ni siquiera quien está haciendo una recomendación seria es capaz de evitar caer en hábitos tan cotidianos que los humanos los reiteramos sin darnos cuenta. Y si nos guiamos por su ejemplo, en vez de sus palabras, podremos ver la baja probabilidad de que la medida de no tocarse la cara será seguida por muy pocos.
Lo que evoca la observación en el sentido de que, sin importar en qué parte del mundo estés, si vas manejando y tienes que parar por un semáforo en rojo, será altísima la probabilidad de que la siguiente persona que pare en un vehículo junto a ti aproveche la parada para sacarse un moco de la nariz. Las alusiones musicales saltan a mi memoria: por una parte la canción de Julio Haro (Grupo El Personal) que señala explícitamente que “no vas a crecer sano, que te vas a quedar enano, que te van a salir muchos pelos en la palma de la mano…”); por otra, la canción de Gabino Palomares (canción El Moco), que prescribe “si quieres ser feliz, mete un dedo a la nariz, si quieres ser otro poco, mete el otro y saca un moco…”.
Las prescripciones resultan contradictorias, en especial en un contexto en que los presidentes de Estados Unidos y de México consideran, cada uno en su estilo personal de comunicarlo, que el Coronavirus es parte de un discurso que pretende desestabilizar sus gobiernos y que, supuestamente, el problema de salud pública no es tan grave como lo pintan los medios y las autoridades sanitarias internacionales y nacionales. Lo que nos lleva a pensar que hay hábitos como tocarse la cara, sacarse los mocos y mentir para engañar a sus gobernados, que resultan punto menos que inevitables.
¿Qué otros hábitos tenemos tan arraigados que los ejecutamos sin darnos cuenta, aun cuando vayan en detrimento de nuestra salud? ¿Qué tanto intentamos convencer a nuestros estudiantes (al igual que esas autoridades sanitarias a los habitantes de sus países) de que deben evitar algo que realizamos a renglón seguido? En esta época del amor en tiempos del coronavirus, seguimos saludándonos de mano y de beso, nos acercamos a las demás personas con toda la confianza de que esos virus no nos tocarán a nosotros, tomamos objetos o tocamos superficies y nos “olvidamos” de lavarnos las manos antes de llevarnos las manos a la cara o de saludar a otras personas.
La pandemia es ya tan grave que se dice que solo Pimpón, el personaje de otra canción de nuestros tiempos de jardín de niños, será el único sobreviviente. Probablemente también se salve Poncio Pilatos, en caso de que se ajuste a dos de las principales medidas sanitarias (lavarse las manos y no tocarse la cara). Habría que ver si estos legendarios personajes serían capaces de hacerlo con la frecuencia necesaria lo uno, y con una frecuencia nula la otra, además de guardar sus distancias frente a las demás personas. Sea como sea, esta pandemia se ha convertido en un importante desafío a uno de nuestros más frecuentes automatismos y a la necesidad de generar hábitos saludables alternativos.

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología del CUCSH de la UdeG. rmoranq@gmail.com

Comentarios
  • Raúl Ruiz

    ¡Muy acertado artículo, Dr. Morán! “¡Déjese ahí”! nos pega a todos.

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