Decir yo y hacer nosotros: tarea educadora

 en Miguel Bazdresch Parada

Miguel Bazdresch Parada*

Con frecuencia se aborda en diferentes ámbitos la discusión (necesaria) sobre el reto de la tarea del educador conforme avanza el conocimiento de la ciencia del aprendizaje, los métodos formativos de las personas, las nuevas ciencias y técnicas, y nuestra comprensión siempre en proceso en la vida propia y en la vida social.
Es difícil encontrar una prioridad entre cuestiones tan importantes y de ahí resulta necesario construir un acuerdo en el cual la tarea del educador no descuide ninguno de esos ámbitos y a la vez los articule en la vida diaria de la escuela. Por eso, la gestión educadora ha ganado un espacio de investigación, discusión y aplicación pues es el conocimiento precisamente sobre los modos de construir esa articulación mencionada, ahora desde un supuesto epistémico basado en el pensamiento complejo.
Un ejemplo, y una discusión, de una articulación particular la escribe Carlos Magro, investigador español en su blog co.labora.red (https://carlosmagro.wordpress.com/2023/04/02/educar-es-conjugar-dos-gestos-el-de-la-transmision-y-el-del-cuidado/) cuya lectura es muy recomendable. Elabora sobre dos dualidades. La primera es entre el profesor artesano y el profesor amateur. El profesor artesano es el “docente «mantiene un diálogo entre unas prácticas concretas y el pensamiento”. Como artesanos, las maestras y los maestros, los y las docentes trabajan al mismo tiempo con las manos y la cabeza. El profesor amateur, “es alguien que ama lo que enseña y que ama a quien enseña. El amateur, quien ama, no sólo sabe mucho sobre lo que hace, sino que además se preocupa y se involucra activamente en ello (…). El profesor amateur encarna un entusiasmo que entusiasma” (op. cit).
Esta primera dualidad se puede encontrar en muchos profesores, a veces articulada. A veces son los años de experiencia lo que facilita y produce esa articulación: Manos, lengua, cabeza y corazón, dicho con simplicidad simplificadora de la hondura de ambas características.
La segunda dualidad es más abstracta y a la vez surge de la primera. “El maestro captura la atención, la orienta, la dirige y la forma, pero también está atento, presta atención y cuida (…). La enseñanza tiene que ver con sacarnos de nosotros mismos, pero no bruscamente, sino de una manera cuidadosa y animosa, es decir, cuidando, animando y dando aliento” (op. cit). Enseñar y cuidar. Vaya dualidad problemática. Es fruto de comprender el cuidado igual a control. ¿Existe otro modo para enseñar?, pregunta el maestro descuidado. “La relación de cuidado debe preservar la autonomía y la dignidad de ambas partes. Un cuidado hecho a medida y basado en valores como el saber escuchar y el respeto. Proteger, y dejar ser” (op. cit).
Educar (artesanía y amor) es ayudar, cuidar, enseñar al educando a salir de sí mismo para enfrentar el mundo alterno, incluido el profesor. Articular sin rupturas, ambas dualidades implica “decir yo y hacer nosotros”.

*Doctor en Filosofía de la educación. Profesor emérito del Instituto Superior de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). mbazdres@iteso.mx

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