De peón o aprendiz

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

Sabemos que la tradición era convertirse en un trabajador subordinado mientras se aprendía el oficio. Era usual que los hijos siguieran el mismo oficio que sus padres y la estirpe podría prolongarse varias generaciones en el gremio. Cuentan algunas historias que ese modo de perpetuar los oficios se rompió con la revolución industrial y el cuestionamiento de muchas tradiciones rurales y artesanales, al igual que de las relaciones familiares. Ser aprendiz siguió siendo un papel digno, aunque en otra cantidad de ocupaciones que no estaban vinculadas necesariamente con lo que hacían los ancestros de cada familia.
El peón, como ya lo vemos simbólicamente en el juego de ajedrez y concretamente en el oficio de la albañilería, es un trabajador con la posibilidad de llegar a ser parte de la aristocracia del gremio; con la aspiración de ser llamado “maestro” y llegar a encargarse de que quienes están en formación se empapen de las técnicas y hasta de los secretos de la construcción. Lo que marcan claramente esas tradiciones es que esos puestos solo son parte de un escalafón: a mayor destreza, mayor autoridad y nivel de responsabilidad, lo que conlleva mayores ingresos.
Desafortunadamente, muchos de quienes son estudiantes en la actualidad no pueden aspirar a gran movilidad en su profesión. Una vez que egresan de la universidad, algunos de ellos no encuentran trabajo sino como becarios y como estudiantes de posgrado. Lo que lleva a que haya buenos maestros y doctores que quisieran estar en otros campos laborales, pero en los que no encontraron espacios disponibles.
Varios de esos egresados que se inclinan por ejercicio profesional y por la vida académica se encuentran con el obstáculo de que incluso en las instituciones educativas hay escasas oportunidades de avance. No solo existen egresados que conservan su precario trabajo de cuando eran estudiantes, sino también académicos que ingresan a las instituciones de educación con una categoría de la que rara vez pueden separarse. Así, hay técnicos académicos o profesores asociados que pasan décadas sin que haya oportunidades de promoción en sus carreras, dejándolos con la frustración de sentirse que se les sigue considerando igual que en su época de aprendices.
Mientras que muchos de los egresados de las licenciaturas en este país siguen frustrados porque no encuentran empleo fuera de algunas empresas de servicios, dígase call-centers, tiendas departamentales, o como sempiternos auxiliares de investigación con una magra beca (si la hay), existen otros muchos profesionistas que encuentran frustradas sus aspiraciones de movilidad, de contar con vacaciones de vez en cuando, de no tener que vivir al día con su salario, de pasar más años de los que quisieran en la casa de sus progenitoras.
La idea de “dejar al mercado” la creación de empleos ha sido cuestionada por algunas instituciones educativas que se preocupan por generar bolsas de trabajo, por promover en las empresas y en los gobiernos las habilidades de los egresados de diversas carreras, por insertarlos en prácticas profesionales pagadas y pertinentes. Sin embargo, hay algunas instituciones en las que la experiencia de los estudiantes se limita a las aulas y tienen poco contacto con lo que será su trabajo posterior o con las posibilidades de ascenso en su área de actividad, ya sea dentro o fuera de la vida académica.

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología del CUCSH de la UdeG. rmoranq@gmail.com

Comentarios
  • Miguel Bazdresch

    Años atrás el CUCEA, Javier Arroyo, hizo investigación sistemática sobre el tema que toca Luis Rodolfo..Entonces el asunto central era el bajo porcentaje de egresados con trabajo en una área diferente de su profesión.. ahora no hay trabajo.. Valdría la pena renovar aquella investigación. Saludos.

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