Damnificados desde antes

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

Poco después del terremoto de septiembre de 1985 en la Ciudad de México, comenzaron a llegar algunos indigentes a los albergues para damnificados. Según algunas fuentes que yo no he podido corrobar, los encargados comenzaron a negarles el acceso. Un cartonista político comentó en ese entonces que el argumento era: “ustedes no entran, porque ya eran damnificados desde antes”.
Sabemos de personas que buscan pretextos para no tener que admitir que salieron tarde de su casa y por eso llegaron tarde a la reunión. Suelen presentarse explicando, aun antes de que alguien les pregunte: “disculpen, es que había embotellamientos que me retrasaron”. De manera similar, para muchos trámites que llevan décadas de rezago, ahora las diversas burocracias ponen de pretexto la pandemia. Las condiciones actuales no les han permitido avanzar en el desahogo de sus asuntos, según “explican”. En realidad, esas burocracias ya eran damnificadas desde antes. Aunque les aplican las condiciones en la actualidad, sus rezagos tienen que ver con causas mucho más añejas que la contingencia sanitaria del 2020.
Justifican sus rezagos en el hecho de que, a raíz del imperativo de la sana distancia, no pueden acudir a sus oficinas o no pueden atender al público en ellas. De cualquier modo, antes de la pandemia, aunque asistieran, los miembros de esas burocracias no desahogaban los asuntos, ni respondían a los teléfonos, ni atendían a quien iba a solicitar algún servicio. Los usuarios de los servicios que debían prestar esas burocracias también ya eran damnificados desde antes: no podían ni entregar ni recibir documentos para agilizar el trámite que les llevaría a culminar determinados procesos, ya fuera de acreditación, titulación, certificación, revalidación o reinscripción.
Algunos estudiantes que desde antes de la pandemia no visitaban la biblioteca ni estudiaban, ni se presentaban en las sesiones de clase y algunos docentes que no se actualizaban o no asistían a clase, utilizan ahora el pretexto de la pandemia para señalar que les ha complicado tanto la vida que han dejado de hacer lo que de todos modos no hacían antes de ella. Los casos de trámites y de estudios inconclusos se acumularán ahora también a causa de la pandemia, y se sumarán a una larga fila de procesos que se retrasaron desde antes.
Así como hubo verdaderos damnificados por el terremoto de 1985, en esta pandemia también hay millones de personas que han sido realmente afectadas en sus actividades por el coronavirus. Lo que no significa que haya que dejar de atender a aquellas que, desde antes, requerían de servicios y de apoyos. La pobreza en el mundo y los rezagos económicos no se desataron a partir de la pandemia del 2020, sino que se agravaron. Igualmente, muchos de nuestros problemas educativos y de los rezagos en los trámites burocráticos no se originaron a partir de la contingencia sanitaria.
Solo porque ronda un tremendo virus mortal por el planeta se habrían de detener los procesos de aprendizaje, de planeación, de interacción entre quienes tomamos parte en la educación. Ya sea en la docencia o en la certificación de que los estudiantes han pasado por esos procesos, la pandemia ha significado la necesidad de cambiar muchas prácticas, además de la posibilidad de replantear cómo resolver los problemas añosos que se siguen empolvando en los gabinetes. ¿Cómo agilizar que los trámites se resuelvan más pronto? ¿Cómo acabar con los rezagos en la enseñanza y en las certificaciones, o en la agilización de estrategias que han estado lastradas por tantos años de ineficiencias previas a la actual pandemia?

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología del CUCSH de la UdeG. rmoranq@gmail.com

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