Cuidar para educar

 en Miguel Bazdresch Parada

Miguel Bazdresch Parada*

En diversas ocasiones he escuchado de maestros, maestras, sobre todo de educación básica, una expresión, más o menos así: “La escuela no es para cuidar niños, niñas. Eso es de los padres”. Entiendo la expresión en referencia a ciertas conductas disruptivas o diferentes de los hábitos de las “buenas maneras”, usuales entre los estudiantes. Por ejemplo, el maestro, maestra, no tiene porque enterarse si el, la estudiante tomó su refrigerio en el recreo, o si le volteó la cara a otro, otra estudiante, o la criticó por su vestimenta de “pobre” o de “naca”.
Ahora bien, el cuidado es un “habitud” de nuestra cultura, cuya importancia es vital para la vida de nuestras sociedades. Por ejemplo: ¿quién cuida la sanidad de los alimentos que adquirimos en el mercado todos los días? En principio el vendedor, pues si vende cosas contaminadas o “pasadas”, no venderá más. Ahora, el comprador también ha de cuidar los alimentos que lleva a casa o a su negocio pues se trata de cuidar la buena alimentación de los comensales. El cuidado es así una habitud “en cadena”, en la cual intervienen todos los interesados en la producción, venta y consumo de los alimentos, o de cualquier otro producto requerido en nuestra vida cotidiana, desde unos zapatos hasta un automóvil o un autobús o avión de pasajeros.
Igual en la escuela. El estudiante no obtendrá los frutos de la educación si la escuela no cuida de él, de ella. No es un “deber”. Ha de ser una habitud, una actitud permanente, un “registro” de nuestras acciones y de las situaciones con las cuales nos encontramos y a veces nos enfrentamos cuyo fruto es mantener con vida y con esperanza las muy diversas y múltiples actividades y prácticas individuales y sociales. La escuela es una institución cuya operación, sobre todo la educativa, y también la organizativa, tiene en su estructura una importante nota de cuidado.
Mantener una actitud de interés y atención a los estudiantes, por parte del maestro, maestra, ofrece los elementos suficientes para que los estudiantes se den cuenta de esa actitud y más adelante pueden reconocer como una actitud de cuidado. No es un “deber” interesarse por los estudiantes es una “habitud” un comportamiento que lo constituye en cuidador, en maestro, maestra. Además, mantener esa actitud con seguridad logra que los estudiantes caigan en la cuenta de que ellos también son cuidadores de las condiciones necesarias para que las prácticas en el salón o en el patio o en la dirección sean de cuidado de las personas, de las instalaciones y de la vida que se comparte todo el tiempo con las demás personas, parte de la escuela.
El cuidado habitud educa. El acto educador cuida. La escuela es para educarse en muchos de los aspectos educables de las personas. Entre otros en la comprensión de los aportes y de las limitaciones de participar en un grupo, con otros, a quienes cuidar para que aprendan, y con quien aprender a cuidar, a sí mismo y a los demás. Sin cuidados no hay educación, no hay aprendizaje. Hay simulación, trampa o burla. Cuidar es un “para qué” del cual está necesitado nuestro sistema educativo. Y todos podemos contribuir a que esa necesidad se atienda y sea un constitutivo vivo.

*Doctor en Filosofía de la educación. Profesor emérito del Instituto Superior de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). mbazdres@iteso.mx

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