Cuando no lo estoy haciendo, estudio cómo hacerlo mejor

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

Ya sea hablar un idioma, tocar un instrumento, andar en bicicleta, manejar alguna máquina o aparato, practicar movimientos corporales, pueden producirnos tal entusiasmo al aprenderlos que, incluso en los momentos en que descansamos de su práctica, nos dedicamos a estudiarlos. Observamos a otros cómo lo hacen, y comparamos sus productos y sus resultados con los nuestros, a veces con decepción porque no hemos logrado sus niveles. A veces con la alegría de estar más cerca de lo que pueden hacer nuestros modelos con cada una de esas habilidades que, mientras mejor las conocemos, más detalles queremos conocer de ellas.
Suele suceder que nos enamoremos tanto de alguna actividad que no sólo la practiquemos, sino que queramos enterarnos de su historia, de sus variaciones, de sus prospectivas, de los grupos que la practican y de los estilos con que se le ha distinguido. Les pasa a los fanáticos de determinados deportes: hay quienes no sólo quieren ser excelentes en ellos, sino que conocen los nombres de sus antecesores en las canchas y espacios en que se han jugado esos deportes. Les pasa a quienes desean ser herederos de una profesión, una artesanía o un oficio: quieren saber cómo se ejerce ahora, cómo se ejercía antes. Y se aprenden las técnicas y sus variaciones, los instrumentos y sus derivados, los productos y sus terminados.
Mientras los aprendices se dediquen a estudiar lo que hacen en el tiempo en que no lo están haciendo, podemos considerar que el aprendizaje va por buen camino. Eso no significa, necesariamente, que lo que aprenden los aspirantes a maestros en determinadas actividades tenga consecuencias positivas para la sociedad en que se desenvuelven. Pensemos en las escuelas y tradiciones de defraudadores u otros tipos de delincuentes. En todo caso, la curva de aprendizaje sí muestra progresos notables, sobre todo cuando se trata de ir del nivel de cero conocimientos a las siguientes habilidades, más especializadas y sutiles.
El hecho de que los aprendices avancen en su especialidad tampoco es un indicador de que sea deseable para ellos mismos. Así como los delincuentes aprenden habilidades que pueden traerles algún beneficio como, por ejemplo, aprender a hackear cada vez más y mejor las cuentas bancarias de desconocidos para obtener más flujos monetarios, también se puede plantear avances en aprendizajes que representan consecuencias negativas para quienes aprenden. De tal modo, los niños que aprenden a chantajear y hacer berrinches frente a padres y maestros y algunos otros adultos, pueden seguir estudiando la manera de cómo hacer más efectivos sus dramas, lo que no derivará en el beneficio a largo plazo de ellos o de quienes les rodean.
No obstante, la curva de aprendizaje es muy similar. No porque haya grandes avances en el aprendizaje podemos decir que los aprendices vayan por buen camino, pues también las conductas que no son benéficas para los individuos y sus entornos siguen la misma rutina: practicar y practica y, cuando no se realiza la actividad, observar y estudiar cómo realizarla mejor… Aunque a veces sea alguna actividad que, en algún momento, incluso el aprendiz desearía no haber aprendido.

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología del CUCSH de la UdeG. rmoranq@gmail.com

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