Cuando los posgrados tienen que hablar

 en Marco Antonio González

Marco Antonio González Villa*

Es un hecho que, en los últimos años, ha habido un incremento considerable en la oferta para realizar estudios de posgrado, tanto de instituciones públicas como privadas, en donde el área de lo educativo resalta por tener una amplia variedad de opciones.
Obviamente, la mayoría de estos programas fueron creados pensando en las y los maestros y en su necesidad de formación, con base a diferentes razones y motivaciones: las exigidas certificaciones y credencializaciones por parte del gobierno, el incrementar puntos en la competencia escalafonaria para poder subir de nivel o puesto o para los programas de carrera magisterial y/o docente, los bonos recibidos precisamente por realizar estudios de posgrado, algunos más, dirían filósofos y sociólogos, para tener mayor jerarquía, reconocimiento o capital cultural, dado que el conocimiento es poder, y algunos más por su deseo de dotarse de recursos para enriquecer sus clases en lo didáctico y/o en lo pedagógico. Razones y motivaciones válidas y aceptables todas ellas desde lo institucional y desde lo social, pero principalmente desde lo individual y personal.
Sin embargo, pese al fortalecimiento teórico, metodológico y epistémico de los y las docentes a través de un posgrado, que en muchas instituciones representan ya una mayoría, la realidad es que no se ha sabido aprovechar ni la formación ni el conocimiento que la planta magisterial posee.
Sin cuestionar las razones que llevaron a un o una docente a seguir con una formación continua o la calidad del programa o institución que brinda u posgrado, es un hecho que, hipotéticamente, se han conformado cuerpos colegiados con una preparación tal que posibilitaría realizar propuestas o encontrar alternativas de solución a los diferentes problemas que puede presentar una institución, lo que nos lleva a generar una pregunta ¿por qué razones se descalifica o minimiza la capacidad de aportación que pueden realizar maestros y maestras a sus respectivas instituciones?
Si anteponemos lo político y el lugar de poder que se ocupe jerárquicamente en un subsistema, así como la obtención de puestos estratégicos independientemente de la formación académica, entendemos porque se soslayan los posgrados de los docentes. Paradójicamente, en ocasiones se sobrevalora la formación de un alguien externo y ajeno al sistema, por alguna cuestión de popularidad o comercial, y se le compran sus propuestas formativa, aunque éstas sean inoperantes, lejanas o ignorantes de la realidad que se vive en una escuela particular. Es triste en ocasiones ver a una autoridad que, desde su falta de formación y preparación en lo educativo, defiende y justifica lo comprado, apostándole a la ingenuidad e ignorancia de docentes que, lamentablemente para ellos, disponen de una visión más amplia y clara de lo referente a la educación.
La situación que estamos viviendo demanda recuperar la voz de todos aquellos que dispongan de la preparación y el conocimiento necesario, disciplinar e institucional, para reinventar formas de llevar a cabo el proceso educativo, con pleno conocimiento de la comunidad y la población con la que se trabaja. Es tiempo de que los profesores, con base a la preparación recibida, tomemos la palabra, haciendo valer el conocimiento que se posee y honrando a las instituciones que dotaron de saberes y de herramientas. Es también de que hablen los posgrados, que demuestren su valía e importancia social, pero es también de que se valore dicha formación; finalmente, el cambio de lo educativo vendrá de la mano de los docentes ¿o alguien piensa que de las autoridades?

*Maestro en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. antonio.gonzalez@ired.unam.mx

Escriba su búsqueda y presione ENTER para buscar