Crimen y silencio, delicada combinación

 en Marco Antonio González

Marco Antonio González Villa*

En los últimos días ha habido un seguimiento y cobertura amplia para el caso de la niña muerta derivada de la brutal golpiza que recibió de una persona que asistía también a su escuela, a la que es difícil nombrar como compañera.
Obviamente, lo mediático, pero sobre todo, la relevancia y gran importancia que posee el caso han suscitado diferentes opiniones y posturas tanto en medios informativos como en redes sociales, en donde, desde la parcialidad que da una opinión personal, cada persona que ha hablado del crimen ha emitido un juicio, señalando y apuntando las miradas a las personas que consideran responsables: era inevitable, pero, como en muchas ocasiones, algunos han hecho responsable a la institución educativa y a miembros del plantel, sin llevar a cabo un análisis profundo, hablando o escribiendo sin considerar el contexto familia, social, así como los lineamientos estatales e institucionales de que dispone una escuela para enfrentar este tipo de situaciones.
En este caso particular, culpar a la escuela ha sido lo más fácil, por omisión, lo cual generó que muchos y muchas docentes realizaran videos para explicar y dar un panorama más amplio sobre las pautas, protocolos y líneas de acción a seguir ante un problema de estas dimensiones.
Lejos de los señalamientos y las defensas de quienes se han apropiado del caso, en el que al menos se habla o se escribe, el silencio de las autoridades educativas estatales es sumamente preocupante, pero entendible y esperado, ya que han sido sus decisiones, indicaciones, órdenes y sugerencias las que han amarrado de manos a escuelas y docentes para poder intervenir o tomar medidas disciplinarias adecuadas para controlar y prevenir este tipo de situaciones; cada vez más los y las estudiantes tienen menos obligaciones y responsabilidades que cumplir y seguir. Sería bueno y justo que salieran a decir lo que desde la docencia se puede hacer, para que la opinión pública tuviera conocimiento de las limitaciones de la comunidad escolar y ya no emitan juicios a la ligera.
Ir diluyendo la imagen y autoridad del docente en el aula y la escuela fue preparando la escena para que lamentables sucesos como éste puedan presentarse en los espacios educativos: ya otros países, como Estados Unidos, que toleran el bullying en sus escuelas, nos han enseñado que siempre habrá un final nada feliz, que incluye regularmente muertes, por proteger a una persona violenta que evidentemente no ha tenido una educación adecuada en casa. En ninguna escuela se enseña a golpear a personas con una piedra.
A partir de este asesinato, han empezado surgir otros videos y reportes de casos de bullying y agresión en diferentes escuelas a lo largo del país, lo que obliga a reconsiderar los reglamentos y líneas de acción a seguir: otra vez, después del niño ahogado se tapará el pozo, pero urge taparlo, antes de que esto vuelva a ocurrir.
¿Cuánto vale la vida de un menor? Es una pregunta que debemos hacernos todos, desde la familia, las escuelas, las legislaturas, el gobierno federal y estatales, los medios de comunicación, en fin, la sociedad en general, y buscar entre todos medidas preventivas que, de verdad, cuiden vidas. Urgen propuestas bien pensadas ya ¿o no?

*Doctor en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. antonio.gonzalez@ired.unam.mx

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