Corrupción

 en Jorge Valencia Munguía

Jorge Valencia*

Ahora que López Obrador sea Presidente, los mexicanos lo pasaremos mal. Si de veras emprende una cruzada en contra de la corrupción, dejaremos de ser lo que somos. Campeones reconocidos de la transa, tendremos que reconstruir nuestra identidad a partir de nuevos patrones de convivencia. La derrama económica generada por la corruptela tendrá que ser sustituida por otro deporte donde destaquemos en el mundo. Está visto que el futbol, no.
Consecuencia de una burocracia ineficiente, la mordida es el recurso de la celeridad. En un país donde nadie tiene dos días para apelar a una fotoinfracción ocurrida en un lugar por donde nunca hemos transitado, los conductores pagan lo que no hicieron o esperan al pago con recargos de lo que sea durante el trámite del refrendo vehicular. Una solución sería la comunicación por medios digitales o un sistema de atención profesional. Pero no somos consecuentes ni con una cosa ni con la otra.
Los empleados que paran actividades de doce a una para desayunar una torta ahogada pese a la cola de cuarenta y cinco personas que esperan en ventanilla de una institución gubernamental, parecen condenados a la gastritis o a la búsqueda de otra fuente de ingresos.
El servidor público en México es alguien que vive del presupuesto y saca provecho de la ineptitud. Todos sabemos que esos puestos laborales se obtienen mediante recomendaciones o imposiciones. En Cultura trabajan los conocidos que gustan de la lectura; en Educación, los que sacaban nueves en la escuela y en Vialidad, los amantes de los coches de carreras… Todos tienen en común que son amigos del familiar de alguien y que por sí mismos no podrían obtener las vacantes que dejó la administración anterior.
El único currículo que vale es el compromiso y la costumbre de obsequiar botellas en Navidad. Herederos por conveniencia de las teorías darwinianas, sobreviven quienes mejor se adapten a un sistema donde el “coyote” hace que las cosas ocurran. La burocracia es la nata de una sopa amarga que alimenta a ciento veinte millones de mexicanos.
Terminar con la corrupción significa reconstruir nuestra idiosincrasia. Todo se incluye: el servicio público y la Federación de Futbol, la industria privada y el comercio, los medios de comunicación y el turismo, los restaurantes y las iglesias, los vínculos laborales y familiares… Si los pueblos tienen el gobierno que se merecen, la primera presidencia de izquierda electa en México promete al menos una renovación. El gobierno debe ser la consecuencia de una sociedad más justa y solidaria. Nadie escapa a este compromiso. Ojalá no quede, como la promesa del campeonato para Chicharito, en la pura imaginación.

*Director académico del Colegio SuBiré. jvalenci@subire.mx

Comentarios
  • Lizzie Madrigal

    Entre tono irónico y triste realidad, considero que es momento de que las mayorias adopten otro modelo de moverse en la burocracia mexicana, en mi caso mi dosis para no ser presa de este mal es tener prudencia, paciencia, esfuerzo, información y autocrítica… Saludos

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