Corrupción, otra vez

 en Jorge Valencia Munguía

Jorge Valencia*

La corrupción es un negocio rentable. En un país sin principios, los criminales son el arquetipo, el ideal social, el yerno perfecto. Petróleos Mexicanos es una cueva de ladrones: operó como un negocio desvergonzado dentro de una paraestatal, con el contubernio de administradores, empleados, directivos y políticos deshonestos. Lo que asombra es el silencio y complacencia con que operó durante tantos sexenios. Y la indignación con que la mayoría de los mexicanos reclama la afectación de la que se siente objeto. Mientras llenen cómodamente los tanques de sus coches, no les interesa de dónde provenga la gasolina. “Ojos que no ven…” Los huachicoleros no son el origen sino el resultado del saqueo sistemático perpetrado contra una industria expropiada desde hace ochenta años. A nadie se le ocurrió supervisar ni hacer una contraloría. Si se hizo (sí se hizo), el resultado también admitió el soborno. El colmo es que el negocio malhabido terminó por convenirle al usuario, cuyo pago moderado de la gasolina fue posible gracias al surtido y precio derivado de la ordeña clandestina.
La reingeniería de Pémex llevará más de lo previsto. Nadie sabe cuánto. Cargar gasolina en los últimos días significa un suplicio: colas interminables, carestía del hidrocarburo, venta racionada… Los emprendedores de la desgracia ofrecen ensaladas e hidratación a los voluntarios durante el calvario de la espera. El servicio de entrega motorizada procura llegar hasta el coche. El surrealismo mexicano permite el jolgorio y el cotorreo. Hay fraternidad también en la desgracia.
Las calles están vacías. La ciudad se disfruta sin el tráfico excesivo y los usuarios priorizan el transporte alternativo. Cada día el programa “Mibici” admite nuevos clientes. Los ciudadanos se toman “selfies”. Escriben comentarios en “Facebook” contra el Estado (esta administración y las antecesoras) o a favor (esta administración). Saben que vivimos un evento histórico: el día que un gobierno tuvo la osadía de cuestionar el derecho a la corrupción.
La reflexión abarcará la pertinencia de Pémex como industria nacional. La gestión ética del esquema paraestatal y la responsabilidad del servicio público. Más importante aún: la corrupción como condición de nuestra idiosincrasia: si ser mexicano significa ser corrupto. Si se puede hacer algo para evitarlo o si es una genética contra la que no se puede hacer nada. Rezar.
Queda la Compañía de Luz, el SIAPA, Teléfonos de México y no se diga el IMSS. Cuántos negocios permite un sistema descompuesto… Cuál es la tolerancia de una población capaz de aceptar la corrupción en tanto resulte favorecida.
La falta de gasolina permite también actos de contrición. Algo hay que hacer durante las dos horas de fila.

*Director académico del Colegio SuBiré. jvalenci@subire.mx

  • Gilberto pindter o,

    Te hizo falta en ese tema el modus operandi estilo “estafa maestra” de facturas de empresas fantasmas o de “servicios” intangibles que la administración pública utiliza para robar recursos publicos

  • Víctor Ponce

    Excelente artículo. GRACIAS Jorge Valencia

  • Rafael Velázquez Patiño

    Si realmente existiera una cultura de la denuncia, todo este folklore habría terminado hace ya varios días. Hace falta educar a nuestros vecinos, familiares y amigos para que reconozcan y le den privilegio al beneficio común por encima del beneficio personal.

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