Conversaciones de académicos en línea

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

Estamos invadidos por mensajes en las computadoras de mano que se venden integradas en los teléfonos celulares. Todo el día aparecen mensajes de diversos temas. Ya sea políticos, familiares, chistes, saludos a cualquier hora del día o de la noche, con asuntos locales, regionales, internacionales. Hay quien utiliza esos aparatos como su principal medio de comunicación y se sabe de casos de personas que ponen más atención a sus aparatos electrónicos que a los miembros de su familia o a sus compañeros de trabajo.
Aunque es cierto que esos aparatos nos ahorran mucho tiempo de traslados y de reuniones directas con las personas con las que nos comunicamos, también es verdad que nos distraen de otras actividades y de otros pensamientos que pudieran ser de mayor trascendencia. Lo bueno es que podemos identificar cuál es el tono general de cada diálogo digital en el que participamos y, a partir de ahí, inferir su importancia. Así podemos diferir abrir los mensajes menos importantes para dejarlos para el final del día. Y centrarnos en los mensajes más urgentes.
En tiempos recientes algunos de los docentes nos hemos visto incluidos en más de un grupo de académicos, así sea con fines administrativos. En donde se nos avisa de juntas, exámenes, citas, documentos por revisar, requisitos, convocatorias. Algunos nos hemos visto incluidos en grupos para organizar demandas laborales o para discutir temas académicos o políticos más amplios que los atingentes a las instituciones en que laboramos.
Es probable que en algún momento los mensajes por teléfonos móviles reemplacen el uso del correo electrónico y podríamos anticipar que llegarán a reemplazar las sesiones de discusión académica entre docentes. E incluso podrían reemplazar las sesiones presenciales de parte o la totalidad de determinados cursos. Como se ve en algunas discusiones virtuales entre académicos, es posible lograr acuerdos sin necesidad de realizar juntas formales, así como se ha vuelto una práctica común realizar reuniones de grupos en distintos espacios geográficos, o incluso exámenes de grado, a distancia.
Hemos visto que, en buena medida, el acceso a internet que ofrecen estos teléfonos inteligentes ahorra vueltas a la biblioteca para realizar consultas bibliográficas o a determinados diccionarios o publicaciones periódicas. Se sabe de casos de personas que, estando en determinado lugar de la ciudad o fuera de ella, prefiere consultar a sus aparatos celulares en vez de preguntar a algún transeúnte cómo llegar a determinados destinos. ¿Para qué podrían necesitar hablar con la gente de carne y hueso si pueden preguntar, con la voz o pulsando unas cuantas teclas, a la red con la que se conectan a través de sus aparatos portátiles?
He encontrado que es más frecuente que los estudiantes consulten en sus celulares en vez de discutir, generar y despejar debates entre ellos. Lo que lleva a preguntarse si en algún momento podría trasladarse el grueso de las interacciones a la mediación de aparatos que ofrecen información y nos permiten conocer los puntos de vista de personas con las que nos conectamos virtual pero no realmente. ¿Cómo podríamos aprovechar estos recursos sin desperdiciar las oportunidades de interacción directa con personas para asuntos académicos, administrativos, laborales? Parecería que las nuevas tecnologías nos ofrecen, al mismo tiempo que nos quitan, algunas oportunidades de interacción directa.

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología del CUCSH de la UdeG. rmoranq@gmail.com

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