Colgados de la brocha

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

Esta expresión, que los mexicanos utilizamos para referirnos a quienes se quedan esperando un apoyo (de una escalera, quizá) que no llega oportunamente. Evidentemente, quienes pintan muros altos no podrían usar la brocha misma con la que extienden la pintura para sostenerse junto al muro, a la altura requerida más allá de su propia estatura. Así, quedar “colgados de la brocha” resulta en una situación aun más desesperada que la descrita con la expresión “rascarse con sus propias uñas”. Mientras que esta última refiere a la obligación que tienen las personas de autogestionar sus recursos, sin apoyos externos, el quedar colgados de la brocha nos hace esperar un apoyo que no llega o, todavía, peor, que se retira a mitad de un proceso.
Es frecuente que los docentes queden colgados de la brocha cuando se les ofrecen apoyos financieros o recursos que no llegan en el momento decisivo, o de los que se advierte que llegarán hasta después del momento en que eran necesarios. Para los estudiantes, eso de rascarse con sus propias uñas y quedar colgados de la brocha es una experiencia reiterada a lo largo de sus años de escuela. Algunos estudiantes narran la experiencia a partir de algunos contrastes: “recibí la sorpresa positiva” de que la institución sí cumpliera con lo prometido y a tiempo. Precisamente porque ya estaban listos para aferrarse a la brocha, apretar los dientes y esperar que las consecuencias de las promesas incumplidas no fueran tan trágicas como romperse un tobillo en el momento en que se retira la escalera a quien pinta el muro a una altura considerable.
A veces, la sensación es menos dramática. Los estudiantes refieren de docentes que faltan a las sesiones de un curso sin avisar a tiempo y sin que necesariamente haya sido a causa de alguna emergencia. En esas ocasiones, en que los estudiantes llegan al aula y no hay un docente, he sabido de grupos que logran organizarse y discutir el material y los temas o los proyectos atingentes a la asignatura en ese tiempo de ausencia de quien supuestamente ayuda a facilitar el aprendizaje.
En ocasiones, los docentes quedan colgados de la brocha porque los equipos de las aulas no resultan adecuados o son inexistentes. Más de alguna vez, lo hemos sufridos cuando, ya equipadas las aulas con computadoras y proyectores, el problema es que no hay conexiones posibles entre esos aparatos o no hay electricidad o no hay internet. Por lo que la ilusión de contar con esas tecnologías se convierte en la realidad de recurrir a las discusiones a Capella, si apoyos visuales o auditivos que habrían ayudado a mejorar los aprendizajes. Efectivamente, no siempre resulta que quien retira la escalera lo haga adrede. Lo que sí suele suceder es que administradores, funcionarios, docentes o estudiantes, asumimos que las cosas funcionarán en cada ocasión y eso no siempre sucede. Como ya vimos con los medios de transporte colectivo en algunas ciudades mexicanas, el mantenimiento de los equipos y las infraestructuras en las aulas resulta importante para no quedar con la constante frustración de las expectativas de lo que “debería” ser un contexto de aprendizaje sin constantes sorpresas de ineficiencia y de retraso en las dinámicas pedagógicas.

*Doctor en ciencias sociales. Departamento de sociología de la Universidad de Guadalajara. rmoranq@gmail.com

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