Choque cultural

 In Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

 

En las aulas de los grupos de primer semestre de cada nivel podemos observarlo con mayor frecuencia. Nos encontramos con estudiantes muy sonrientes y, a la vez, expectantes respecto a lo que pasará, lo que podrán hacer en esa nueva escuela, las amistades que podrán forjar, las asignaturas cuyos títulos les suscitan curiosidad, las instalaciones que podrán explorar, los límites que encontrarán con cada docente. Entre las investigaciones sobre choque cultural, suele enfatizarse el proceso de la transición de una cultura en un país y ciudad hacia un lugar, país y cultura diferentes. Suele enfatizarse que, en un principio, las expectativas respecto a lo que se logrará en el nuevo ambiente son positivas y muy altas. Y el “choque” viene cuando esas expectativas se topan con la realidad de lo que sucede, en contraste tanto con las expectativas como con el ambiente del que proviene la persona, en aspectos como las normas, los comportamientos de las personas, los requisitos para la admisión en el nuevo contexto, la facilidad y ritmo de aprendizaje. Algunos observadores señalan determinadas etapas en el proceso, desde la euforia por el cambio hasta la decepción y el ajuste (https://psicologiaymente.com/social/choque-cultural).

Muchos de los casos de estudio del choque cultural remiten a casos de personas que han migrado, temporal o definitivamente, voluntaria o forzadamente. Suele enfatizarse que las dificultades, las frustraciones y las diferencias entre lo esperado y lo enfrentado son más radicales mientras más diferentes sean los idiomas y las normas de convivencia entre un contexto y otro. En el caso de nuestros estudiantes, el acceso a un nuevo nivel educativo es parte, a la vez, de un continuo y de un escalón que marca una diferencia. Ya desde la salida del hogar familiar para ingresar al jardín de niños podemos observar que hay un periodo de adaptación, tanto para los nuevos estudiantes de escasa edad como para los padres y madres que han de desprenderse de sus preciados retoños, vástagos, orgullo y mejor creación en la vida, para dejarlos en manos de cuidadoras y docentes que, por lo general, no son ni parte de la familia ni del círculo de amistades. Hemos sabido de casos de niñas y niños que regresan a su casa después de un primer día en el jardín de niños muy contentos por haber vivido la experiencia, pero que enfurecen o entristecen cuando les informan que, a partir de ese día, será ésa su rutina cotidiana. ¿Cómo? ¿Otra vez levantarse temprano, ser presionado para vestirse, desayunar, lavarse los dientes, peinarse, ponerse ropa limpia, calzarse, en algunas ocasiones portar batas, chalecos o suéteres y llevar consigo una credencial colgada al cuello? ¡¿Otra vez?! Para muchos, es como si cada día tuvieran que regresar a la aventura de recorrer el zoológico, caminar por el bosque o visitar un museo: está bien de vez en cuando, pero ¡¿mañana otra vez!? Y tener que ajustarse a las normas, trayectos, horarios, mobiliarios, orden en las aulas, discursos, docentes y directivos, sonidos, compañeros, timbres, molestias que contrastan con lo que se tenía en el hogar. Bueno, pues ni modo, pero sólo una semana.

Más frustración causa a los estudiantes enterarse de que la rutina escolar se prolongará no sólo por varias jornadas, sino meses, años, sexenios, niveles, trámites, filas, rutinas y rituales. Muchos se quejarán de que no era eso lo que esperaban: los caminos de la vida (y de la escuela) contrastan, a veces marcadamente, con lo que pensábamos (https://www.youtube.com/watch?v=I-cOD2x-qBs). Para algunos estudiantes, la decepción se pronuncia aún más si no logran ingresar a la escuela que ellos esperaban, en el horario que ellos preferían o con los amigos que les gustaría encontrar en sus aulas.

En muchos casos, como docentes encontramos que los ánimos y la cantidad de los estudiantes en los primeros días de los cursos disminuyen a lo largo de las semanas. Habrá algunos ánimos y estudiantes que seguirán consistentes, aunque será notable que algunos han tenido que hacer ajustes ante la nueva realidad. El nombre de determinada asignatura que despertaba su curiosidad, en realidad no resulta tan estimulante al entrar en los detalles, que a veces, ni siquiera los mantiene despiertos y atentos tras haber madrugado para estar presente en la sesión de esa mañana. O los requerimientos son demasiado laxos y no representan un reto ni un aprendizaje de algo nuevo, o se piden tareas, ejercicios y productos para los que los estudiantes no estaban preparados y los docentes no logran encauzar lo ya sabido como ruta para acceder a mayores habilidades y conocimientos. ¿De qué está hablando esta maestra? ¿Y eso qué tiene que ver con el nombre de la asignatura? ¿Y eso qué tiene que ver con el nivel, la disciplina, la especialidad o la profesión por la cual se inscribió cada estudiante?

En buena medida, los estudiantes sentirán que sus expectativas no siempre se cumplen. Así como nos pasa cuando conocemos a determinadas personas de las que suponíamos que siempre serían estimulantes, simpáticas, inquietantes, las asignaturas que forman parte de un plan de estudios y de una secuencia de actividades e informaciones pueden convertirse en dispensables, sosas, aburridas y hasta aversivas. Lo que deriva en que varios estudiantes se ausenten de las sesiones de los cursos ocasional, temporal o definitivamente. Algunos estudiantes tienen la atención de informar que determinado curso o carrera no es lo que esperaban y que se darán de baja. Algunos, dando el beneficio de la duda respecto a los cursos y el plan en que se inscriben, asisten de vez en cuando a informarse cómo va la cosa, a saludar a sus compañeros, a preguntar qué temas se han tratado, qué textos se han discutido, qué productos se han derivado de las actividades en el aula. Algunos otros, simplemente se olvidan de la empresa de aprendizaje en la que se imaginaban que estarían involucrados y optan por salir de esa asignatura o de ese semestre, o de ese nivel o de esa carrera. Y ya no los volveremos a ver en nuestras aulas.

Para algunos estudiantes, la etapa del “choque” pronto será superada y se ajustarán al nuevo contexto. Algunos, desde dentro, propondrán cambios, ajustes, mejoras. Habrá otros que se adaptarán o resignarán al nuevo contexto y seguirán hasta terminar el nivel o el programa. Habrá otros que declararán que esa manera de funcionamiento de la enseñanza y del aprendizaje es la más adecuada y se sentirán pronto a sus anchas. Para ellos, las condiciones no serán ni tan difíciles ni tan “papitas”; ni tan exigentes, ni tan fútiles; ni tan extrañas, ni tan aburridas.

 

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología de la Universidad de Guadalajara. rmoranq@gmail.com

Showing 2 comments
  • Dra. Alicia Elortegui Castell

    Muy buenas observaciones yo ya tengo doctora en desarrollo humano y sigue con miedo acabo de entrar a la licenciatura de derecho y sentí miedo a lo nuevo. Pero ya llevo 4 demandas y esta muy interesante.

  • Alicia Glez. Romero

    Inquietante realidad, sobre todo en estos tiempos en los que la capacidad de asombro se ha ido perdiendo.

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