Centros comerciales, centros sociales

 en Jorge Valencia Munguía

Jorge Valencia*

Escaparate de vanidades y despilfarros, en las ciudades contemporáneas los centros comerciales cumplen la función que antaño cumplieron la Plaza de Armas y los mercados públicos: espacios de solaz y esparcimiento, presunción y dispendio. Lugares de encuentro y compraventa, de flirteo entre mancebos y doncellas y, en fin, pasarelas para dejarse ver.
La pandemia ha trasquilado los lindes y la población, ávida por poner pausa a Nétflix, se aferra a las restricciones de sus horarios y la descortesía de sus dependientes.
Las tiendas reciben a los visitantes con falsa calidez mercadotécnica y gel compuesto a base de alcohol e insalubridad. Los pasillos no garantizan la salud con el manoseo descuidado de los productos que ofertan. La pandemia parece un mito que sólo se convierte en realidad cuando alguien de la familia muere. El botón amarillo es el resorte que expele a todos de sus fortalezas para exhibir sus atavíos de temporada y surtirse de lo que carecen en espera del próximo botón rojo o del novio que osará visitas restringidas. El Covid no es razón para no estar a la moda.
Los tapetes con cloro y las pistolitas de temperatura se propagan como una solución inobjetable. Como si el coronavirus no cruzara a través de jergas empapadas o la fiebre resultara el único indicador del contagio.
La reactivación económica tiene un costo que los asistentes a las plazas pagarán con neumonía y agiotismo. La venta de comida no limita su quórum. Los glotones se forman para consumir garnachas sazonadas con el albur del miasma. Si París bien vale una Misa, los tacos al pastor merecen la probabilidad del Covid.
Centros comerciales abiertos, pandemia minimizada. Para los tenderos, el cuidado debe ser una decisión individualista, sujeta al albedrío de cada quién. Para las autoridades, la salud es una práctica regulada por el interés económico y la presión de los distintos actores sociales. Bajo estas posturas, México ocupa el tercer lugar mundial en muertes de coronavirus. Vietnam cerró sus fronteras y monitorea los casos de Covid, a los que obliga y supervisa su cuarentena. En ese país no hay contagios.
En efecto, en México la responsabilidad requiere arbitraje. Y la muerte se asume como un riesgo azaroso, capricho del destino.
José Luis Coll escribió que “un país habrá llegado al máximo de su civismo cuando en él se puedan celebrar partidos de futbol sin árbitro.”
El cubrebocas y la salida de casa entre nosotros depende de un mandato gubernamental, del silbatazo arbitral o de la pura mala suerte.

*Director académico del Colegio SuBiré. jvalenci@subire.mx

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