Camus, Serrat y los tres García: inculcando miedo al prójimo

 en Marco Antonio González

Marco Antonio González Villa*

Para todos aquellos que hemos estado involucrados en la educación y crianza de niños nos damos cuenta que infundirles miedo a “algo” es bastante sencillo y así, con tal de lograr que se porten bien o de que no entren a un lugar específico, hemos inventado o referido, históricamente, diferentes figuras temibles para ellos, como son la bruja, el chamuco, el monstruo, la llorona o menos impactantes pero de igual resultado la cucaracha, el ratón, el ropavejero, el señor de la basura, el arenero o, algo tan abstracto y ambiguo, como la obscuridad. Los miedos se mantienen por un periodo de tiempo y en la mayoría de las personas, en una posterior etapa, se logra tener conciencia de lo irracional de dicho miedo y se diluye.
Sin embargo, hay otro tipo de miedos que se meten en lo más profundo de las creencias, valores, ideas y significaciones de una persona y tiene que ver con el miedo que tenemos a otras personas. Lógicamente cuando existe una experiencia o una historia de abuso y/o maltrato el miedo es justificado, sobre todo cuando hay una condición de invalidez o fragilidad física o psicológica. Pero no siempre hubo una vivencia y aun así el temor aparece: en ocasiones nos apropiamos de los miedos que alguien significativo o investido nos comparte.
Viene entonces la pregunta obligada: ¿qué podrán tener el común Albert Camus, Joan Manuel Serrat y Los tres García? Es simple, nos enseñaron que se puede inculcar temer al prójimo sin que haya necesariamente una justificación válida.
En Esos locos bajitos, Serrat enfatiza en como los niños se apropian de todos aquellos mensajes que les enviemos, ya que validan lo que su padre o madre, pariente o maestro les diga; de esta manera, les compartimos rencores, frustraciones, porvenir, y sí, no lo dice la canción pero lo podemos inferir, también el miedo a alguien.
Camus en El extranjero nos enseñó, aparte del tema central del vacío existencial que experimentan algunos en la vida, como se puede tenerle miedo a alguien solamente por las referencias que otro nos da, tal como Meursault aprende a temer a los árabes a partir de las palabras de Raimundo, que bien puede ser una analogía del temor de occidente a oriente.
Y en Los tres García y Vuelven los García vimos a dos familias heredar e inculcar el odio y el miedo a cada nueva generación. Y es algo que ocurre en muchas ocasiones: odio y temor van de la mano, pero los que educamos no siempre tenemos plena conciencia de ello.
Obviamente hay aquí una referencia directa a esta práctica que existe en las campañas electorales de promover el miedo entre la población, lo cual, como podemos ver, es totalmente irresponsable, de poca civilidad y antidemocrático, ya que no busca la igualdad y la convivencia, al contrario, enfatiza la diferencia y la significa como algo preocupante y negativo. No hay aquí una postura de diálogo, por lo que asumo que lo hacen de manera inconsciente y en un acto de mala fe, como dirían precisamente los existencialistas.
¿Qué podríamos esperar de este tipo de prácticas? Yo reconsideraría su uso: en el libro de Camus Meursault mata a una persona, termina en la cárcel y es sentenciado a muerte y en Vuelven los García vimos morir, con sorpresa y cierto malestar, al mismísimo Pedro Infante.
Inculcar el miedo al prójimo no tiene cabida en ningún modelo educativo o pedagógico; ahora que estamos a meses de iniciar uno predicar con el ejemplo sería de mucha ayuda ¿o no?

*Maestro en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. antonio.gonzalez@ired.unam.mx

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