Cambio de directoras y directores en las escuelas Normales, CAM y centros de posgrado
Miguel Ángel Pérez Reynoso*
El pasado 23 de septiembre fue publicada en el portal de la Secretaría de Educación Jalisco (SEJ) la convocatoria dirigida a todos los trabajadores con plaza de base de la SEJ, para participar en el proceso de concurso y ocupar el cargo de directora o director de las 11 escuelas Normales públicas, los 3 CAM (Guadalajara, Ciudad Guzmán y Lagos de Moreno) y los 3 centros de posgrado (ISIDM, CIPS y CEP) que pertenecen a la SEJ. De esta manera, inicia un proceso largo que en algunos casos concluirá al final en la ratificación de las mismas personas que en estos momentos ostentan el cargo de directoras o directores de alguna de las instituciones antes referidas o se nombrará a nuevos personajes para dichas responsabilidades.
Siempre es grato pensar que existen iniciativas de cambio para la mejora, cambio en cuanto a las personas, las políticas, los lineamientos y las disposiciones; el problema es que cuando dichas propuestas de cambio se tornan en un capítulo más y de sumar un nuevo monumento al gatopardismo, “es necesario que las cosas cambien, para que todo siga igual”. Las escuelas Normales, los CAM y los centros de posgrado son espacios estratégicos para la dupla SEJ–SNTE, si se sabe que de facto existe un monopolio de poder en la forma de administrar y gestionar el sistema de educación Jalisco; en dicho subsistema existe un monopolio del monopolio. Para que las personas, de manera ingenua, piensen participar, esperando o creyendo que existe respeto a los términos de la convocatoria, están equivocados. Debido al propio engranaje del sistema y a partir también de una experiencia personal, les aseguro que quedar fuera de los espacios para las personas que no son cercanas ni a la SEJ ni al SNTE está plena y totalmente asegurado. No existe ninguna persona (hombre o mujer), con amplia trayectoria, experiencia, conocimientos teóricos y prácticos de la gestión, que logre colarse si no forma parte de la dupla ya referida.
Aquí es importante detenernos en las formas y en el fondo de esta propuesta:
En cuanto a asuntos de fondo
Dirigir la mirada para cambiar a los directores de las instituciones de educación superior es una medida acertada. Un director o directora es la figura en donde descansa el proyecto institucional, el liderazgo, la dinámica, el estilo y la identidad por construirse al interior de las instituciones encargadas de formar a los futuros docentes en el estado.
El ejercicio de renovar las direcciones intermedias de los cuerpos directivos de estas instituciones abre la posibilidad de hacer valer una racionalidad de mejorar la gestión a partir de pensar en el relevo; además, es muy bueno para las personas que, al estar al frente de los distintos ámbitos insertos en la educación superior, comienzan a enquistar un estilo de poder en torno a su persona, dividiendo al personal que está a su favor en un sector privilegiado y al otro sector que pasa a formar parte del ejército de marginados, desplazados y excluidos del proyecto del director en turno.
Sin embargo, no podemos esperar mucho de esta expectativa de cambio; podemos decir que cerca del 70% del personal directivo de dichas instituciones será ratificado para un periodo más de gestión directiva. ¿Por qué? Porque son personas cercanas a los círculos de poder, son aplaudidores y han sido palomeados (mediante acuerdos propios de la cultura SEJ-SNTE) por los personajes que avalarán al final esta supuesta elección o concurso.
Aquí no interesa la capacidad directiva, la visión a futuro, el gestionar una institución encargada de la formación de docentes para vincular un proyecto con las políticas educativas nacionales y estatales de dicho campo. No, lo que interesa es conseguir el aval del grupo evaluador (directivos y dirigentes de la dupla SEJ–SNTE). El ejercicio de esta evaluación–concurso puede pensarse como una especie de reparto de fichas, las cuales forman parte de una especie de lotería del poder. Dichas fichas (las direcciones de las instituciones en juego) se repartirán equitativamente y en donde al final todos queden satisfechos.
Aquí, en este ejercicio, no importa el proyecto presentado, ni la trayectoria de las personas, ni siquiera el vínculo con la plantilla docente de cada institución; lo que interesa es la lealtad y la ratificación política de las personas que actualmente están al frente de la SEJ y del SNTE de ambas secciones sindicales, en cuanto a los ámbitos que representan formalmente.
Un proceso de evaluación pensado para elegir a las y los mejores para ocupar cargos directivos debería hacer a un lado la lealtad política y la lambisconería. Los aspirantes deberían ser capaces de dar cuenta de que conocen el campo de la formación y la investigación, demuestran que saben de tendencias de la formación y en el plano institucional, que son capaces del manejo de personal, de la gestión estratégica y del diseño y curso de acción de un proyecto de largo aliento y que son hábiles en la resolución de conflictos y en el aprovechamiento óptimo de los recursos humanos, materiales y financieros a su cargo. Aunque lo sé, es que todo esto pasará a un segundo o tercer plano en el momento de las designaciones.
En cuanto a las formas
El proceso se presenta como un ejercicio muy cuidado, a partir de mostrar un alto nivel de seriedad en cuanto al manejo de los tiempos, de los espacios, del formato de deliberación, pero en otro lugar se van cocinando los acuerdos reales, en paralelo. A la par que se vive el proceso, hay cabildeos, negociaciones en lo oscurito, promesas, pactos, descalificaciones de algunos (sobre todo de las personas a las que se les identifica con proyectos alternativos vinculados con posturas que escapan a la racionalidad de la dupla directiva SEJ–SNTE). En este punto, algún lector ingenuo y de pensamiento crítico pudiera preguntarse: “Bueno, y si ya está todo arreglado, ¿para qué tanta faramaña de hacer un gran circo, si de todos modos todo concluirá como se tiene previsto?”. Precisamente, ahí reside la magia; se trata de presumir que es un proceso democrático y transparente; mientras más candidatos y aspirantes se presenten, el proceso se legitima aún más y se puede decir que también se puede tener un margen entre un 10 y un 15 por ciento para elegir a un mejor candidato cuando no exista acuerdo claro en las propuestas que provienen del sindicato y de la Secretaría.
En experiencias anteriores, el ejercicio consiste en presentarse y subir los datos generales de cada participante al portal de la Secretaría: datos curriculares de la o el aspirante, algunas publicaciones (el espacio no acepta muchos archivos), el proyecto de mejora y de gestión institucional. Más adelante, a las y los candidatos se les somete a una entrevista por las personas que han sido definidas como evaluadores y se aplica un examen de conocimientos. En este último punto, el examen en cuestión es un ejercicio totalmente absurdo, ya que no sirve para darse cuenta de la habilidad y capacidad de gestión de los sujetos para resolver las problemáticas del ámbito al que se aspira. Este examen pudiera modificarse o hasta evitarlo por inoperante.
¿Qué queda al final por hacer?
Al final, el ya multicitado círculo en el poder llegará a un resultado exitoso, habrá ganadoras y ganadores, a los cuales solo se les notificará a ellas y ellos; al resto, ni siquiera les dirán “Gracias por participar, nos vemos en la próxima”. No existirá al final una explicación técnica que justifique el porqué de los resultados. Al final-final, todo concluirá muy parecido a como inició, con la frescura gatopardista de que las cosas han cambiado y todas y todos, los que estamos afuera curiosos y aficionados, nos daremos cuenta de que todo sigue y seguirá igual o, si tenemos mala suerte, tantito peor.
*Doctor en Educación. Profesor–investigador de la UPN Guadalajara, Unidad 141. safimel04@gmail.com