¿Calidad o precio? Renovando el sueño de cada año

 en Marco Antonio González

Marco Antonio González Villa*

Es parte de un ritual que quedó en pausa por un tiempo: calles del Centro Histórico son tomadas por padres y madres de familia, como un río de personas, en la búsqueda de comprar, a precios económicos, uniformes y útiles escolares para que sus hijos e hijas puedan acudir a las escuelas totalmente equipados y listos para el nuevo ciclo. Se les envía con fusil a la guerra.
Llegan al Centro de la ciudad personas de diferentes alcaldías de la CDMX y municipios del Estado de México con esta perspectiva clara y con la certidumbre de pagar mucho menos en comparación a lo que hubieran gastado comprando lo mismo en otros lugares.
Muchos podrán cuestionar la calidad del material de los útiles o de las telas de los uniformes, pero obviamente sólo podrían hacerlo quienes disponen de una economía más solvente y muestran una postura banal materialista, que no considera las posibles limitaciones económicas que existen en muchas familias del área metropolitana. Y, sin embargo, se hace lo necesario para que el sueño de progreso siga adelante.
Vemos aquí una respuesta concreta a la pregunta que, con un enfoque comercial, tiende a hacerse: qué conviene pagar ¿calidad o precio? No siempre se tiene la opción como podemos ver.
Hablar de calidad remite a referir diferentes marcas que socialmente gozan o disponen de cierto prestigio y reconocimiento, así como de una historia, pero sobre todo difusión a través de diferentes medios; pero hay quienes piensan que la supuesta calidad solamente es un plusvalor que se aplica para dar más caros los precios.
Pero la calidad es una cualidad que no necesariamente la gente quiere o puede pagar, así que se abre esta opción geográfica que al mismo tiempo posibilita vivir a muchas familias que venden sus productos a un precio sumamente accesible para todos los bolsillos.
Al final, sin importar de donde vengan las familias o donde lleven a cabo sus compras, incluso sin considerar la preocupación o el apuro generado por la presión que genera este gasto fuerte, siempre veremos a una madre o un padre con un gesto de esperanza por el futuro de sus descendientes, que aspiren y logren una mejor vida, entendiendo que el uniforme es parte de la identidad institucional y que cada uno de los útiles, aún el más pequeño, contribuye al logro de este sueño, de esta meta, que une en el deseo a muchas familias y que se hace visible, palpable para quienes podemos atestiguarlo.
El ritual ha vuelto con fuerza y muchas personas fueron convocadas; podemos augurar, solamente, que cada año habrá más participantes ¿o no?

*Doctor en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. antonio.gonzalez@ired.unam.mx

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