Aprender toda la vida

 en Miguel Bazdresch Parada

Miguel Bazdresch Parada*

Durante la pandemia fue frecuente escuchar y leer del “aprendizaje perdido” por causa del cierre de los locales escolares y la oferta de “educación en línea” para mantener, al menos parcialmente, las actividades escolares. Parece sostenerse la idea de concebir el aula escolar –por cierto, invento del siglo XIX– como una especie de templo sagrado en el cual ahí y sólo ahí se puede iluminar la mente y la voluntad de la población en edad escolar. Es cierto: la educación por medios electrónicos no es igual a la educación vivida en esa aula con ayuda de un profesor. Y es igualmente cierto que el aula no es un templo, y que la educación, por ejemplo, en el seno familiar o en el campo deportivo y aun en la iglesia religiosa, es educación. Y claro, también las lecciones o las actividades propiciadas por medio de las plataformas virtuales también educan.
¿Qué dirían nuestros ancestros sobre la educación lograda en medio de la naturaleza o del aprendizaje para sobrevivir en un medio hostil, por ejemplo, aprender las artes de la guerra en un mundo dominado por la ley del más fuerte? Esas artes se aprendían en el campo.
Hace unos días Miguel Ángel Pérez Reynoso escribió en estas mismas páginas de Educ@rnos lo siguiente: “Si queremos acercar a los niños a la cultura que la humanidad ha acumulado, necesitamos docentes cultos, que lean, que se hagan preguntas y que investiguen todo lo que hoy en día se mueve en el terreno de las nuevas educaciones, de igual manera, pensar en actos educantes como actos pensados e intencionados para contribuir en la formación de personas cultas pro-sociales y que se preocupen por el bien propio y el de los demás.”
Ese pensamiento de Miguel Ángel permite aseverar: Si el aprendizaje se pierde, nunca fue un aprendizaje verdadero. Se pueden olvidar algunos detalles o precisiones. En ese caso, siempre se puede volver a las fuentes, a la biblioteca, a la web y recordar lo olvidado. Los actos educativos, solicitados por Pérez Reynoso en su texto, no dependen de procurarse en un aula, en la casa, en la familia, en la naturaleza, en el museo, en el centro de arte, en el parque… sino de actos docentes capaces de suscitar la curiosidad, las preguntas, la actitud inquisitiva, la reflexión y los significados acerca de las cosas, las personas, las ideas y el sí mismo.
El educador ha de intentar cuantas veces sea necesario suscitar en el estudiante las operaciones necesarias para llegar a un aprendizaje para que sea capaz de seguir intentándolo por sí mismo, pues las personas nos realizamos, entre otras cosas, con un aprendizaje permanente acerca de nosotros mismos, los otros y el mundo–universo en el cual vivimos. Si la educación en línea no facilitó aprendizaje de lo estimado como importante, la vida está por delante para intentarlo de nuevo. Es el intento el ámbito donde se aprende no el logro en sí, que lo será si promueve nuevos intentos de aprender aquello que nos preguntamos.

*Doctor en Filosofía de la educación. Profesor emérito del Instituto Superior de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). mbazdres@iteso.mx

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