Aprender es la tarea

 en Miguel Bazdresch Parada

Miguel Bazdresch Parada*

Estamos construidos para aprender, cerebro, corazón y nuestros medios de comunicación (ojos, oídos, nariz, boca y lengua, y piel) con el exterior de nuestro cuerpo, todo, conspira para aprender.
Por tal situación no extraña la permanente y creciente conciencia de nuestros aprendizajes, y nuestra permanente ansia por saber, conocer y aprender. De ahí la importancia de conocer cómo aprendemos, cómo pasamos de la ignorancia al conocimiento y cómo ese conocimiento queda, digamos, almacenado en nuestro cerebro. Al mismo tiempo la importancia de conocer cómo opera nuestro cuerpo todo cuando aprende.
Poco a poco obtenemos respuestas a esta pregunta, a veces provisionales, a veces pintadas de creencias y no de certezas, a veces sólo mediante la confianza, ese sentir, con el cual podemos vivir en medio de una sociedad formada y construida por grupos de humanos, a veces pocos, a veces millones de nosotros. Las respuestas se hacen costumbres con las cuales resolvemos un gran porcentaje de las tareas de sobrevivencia y aún otras de crecimiento de nuestro aprendizaje.
Toda esta enorme variedad de cuestiones mediadas por el aprendizaje ha llevado a las sociedades humanas a concebir la educación y el aprendizaje como medios y fines permanentes para crecer en número de personas, vivir más días en este planeta incluso fuera de él, comprender mejor nuestra humanidad y nuestras relaciones con los demás. En síntesis, comprender, pensar, aprehender y valorar cómo es y opera este mundo y las especies en medio de las cuales convivimos y la propia nuestra.
Estas hazañas de hombres y mujeres aún nos dejan preguntas para avanzar en esta dinámica de vida. Una de esas es sobre los detalles del proceso de cómo aprendemos. ¿Lo hacemos siempre igual? ¿Cualquier cuestión o aspecto de la vida se puede aprender con el mismo método? ¿Todas las personas aprenden igual las mismas o diferentes cuestiones? La respuesta es no, a las tres preguntas.
Cada persona aprende según su modo. De hecho, sucede que no nos damos cuenta de cómo aprendemos hasta vivido un buen trecho de la vida. Y por eso quien nos quiere ayudar a aprender se enfrenta a una tensión. El ayudante tiene una idea de cómo ayudar y con más frecuencia de la esperada se enfrenta a la idea diferente del aprendiz, no obstante que este aprendiz no sepa dónde está la diferencia. Simplemente no aprende, aunque diga que sí para no “sufrir” más al ayudante.
Si bien la cultura nos da modos, que creemos canónicos de ayudar a aprender a niños, jóvenes y adultos, la cultura también nos deja ver, ya por sucesos ocurridos durante largo tiempo, que la mejor forma de ayudar es descubrir cómo hace el aprendiz para aprender y proporcionarle eso necesario para ejercitar ese cómo. Sí. Lo canónico en el proceso de aprender ya no lo es tanto.

*Doctor en Filosofía de la educación. Profesor emérito del Instituto Superior de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). mbazdres@iteso.mx

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