Anegadas

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

33 millones de personas afectadas. Casi dos mil muertes. Pakistán, un país que cumple 75 años de existencia, ha sido el escenario de dramas sin igual en el planeta. Cuando, a mediados del siglo XX, tras la separación de Pakistán de la India, como resultado del proceso de independencia respecto a la corona británica, se pretendió “ordenar” a la población en territorios según sus identidades étnico-religiosas, se movilizaron 300 millones de hindús, cien millones de musulmanes y seis millones de sijs. En un principio, los territorios de Pakistán formarían parte de la India, aunque finalmente se convirtieron en otros países diferentes. Pakistán del este se convirtió en Bangladesh y el actual territorio de Pakistán sigue siendo motivo de conflictos por el dominio de algunos espacios frente la India. No podría afirmarse que la vida sea exactamente apacible en esa parte del mundo.
En la época de monzones, a partir de marzo de 2022, la situación de la población y específicamente de las escuelas se agravó por las constantes lluvias. Todavía a mediados de noviembre de 2022, miles de escuelas siguen inundadas, lo que agrava el futuro de millones de niños que, ya afectados por la pandemia, ven amenazado su futuro educativo. Más de 27 mil centros educativos se han visto afectados por las lluvias e inundaciones y el número de estudiantes sin escuela se eleva a dos millones. Se trata de una de las peores tragedias registradas en lo que va de este siglo, en una sociedad ya de por sí desigual y empobrecida. Dos meses después de terminada la época de monzones, 30% del territorio de Pakistán sigue afectado por las aguas y se predice que el nivel bajará en semanas o meses. Los niños afectados por las inundaciones tenían poco de haber regresado a las escuelas, precisamente en marzo, tras dos años de ausencia de las aulas. Estos niños, que perdieron a familiares, viviendas, medios de vida, se verán afectados en un país con altos grados de desnutrición infantil. La probabilidad de que ya no puedan regresar a clases por atender a la supervivencia es bastante alta.
En esta parte del mundo, en la costa occidental de México, el huracán Nora afectó, en marzo de 2021, a escuelas que, en buena parte, permanecían sin estudiantes a causa del aislamiento dictado como respuesta a la pandemia de Covid-19. En Sinaloa, hubo quien señaló que las afectaciones eran cosa de cada año y el huracán no hizo más que reiterar la necesidad de infraestructuras y protocolos que ayudaran a resolver el ciclo de inundaciones y sequías en la región. En el caso de Jalisco, al menos 90 escuelas resultaron inundadas, dañando no sólo los edificios sino los equipos y mobiliario en su interior.
El gobernador de Jalisco se comunicó con el presidente de México para solicitarle ayuda en una de las sesiones “mañaneras”, para la rehabilitación de las escuelas. No he podido localizar las notas periodísticas que detallaran si se dio la ayuda y cuál fue el monto aportado por los distintos niveles de gobierno. Tampoco encontré notas en donde el gobierno federal respondiera a la petición, realizada muy al estilo de las cortes medievales: que el pueblo (sabio o no) fuera testigo de la solicitud, ni ubiqué notas de agradecimiento como dictan Barney y el Papa que es lo adecuado. Las escuelas afectadas se ubican en los municipios de Cihuatlán, La Huerta, Tomatlán y Cabo Corrientes y Puerto Vallarta. Tan solo en este último municipio se vieron afectadas 1,156 viviendas.
La magnitud de los desastres para las instalaciones escolares en Jalisco el año pasado, y en Pakistán este año, no tienen comparación. Mientras que en Jalisco se requirieron algunos meses para tener listas las escuelas para recibir a los estudiantes después del periodo más álgido de la pandemia, en Pakistán las inundaciones han significado que se destruyeran por completo miles de edificios, entre ellos, escuelas que, en el distrito de Sindh llegan al 40% del total de estos planteles. El futuro de la niñez de esa parte del mundo resulta incierto y seguramente habrá notables flujos de personas en la región e, incluso, de un continente a otro, dadas las pérdidas materiales y humanas.
Cabe la pregunta: ¿qué estrategias se tienen contempladas en diversas partes del mundo para asegurar que las afectaciones por fenómenos naturales (en parte desatados por los manejos humanos) no deriven en la destrucción de recursos básicos como el alimento y las oportunidades de aprendizaje? Sean lluvias, sequías, terremotos, guerras, resulta que la humanidad ha mostrado su vulnerabilidad extrema y permanece incapaz de prevenir o de resolver las consecuencias de meteoros de distintas magnitudes.

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor-investigador en el Departamento de Sociología de la Universidad de Guadalajara. rmoranq@gmail.com

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