Andrés Manuel López Obrador y lo que sigue en materia educativa

Jaime Navarro Saras*

La noche del domingo pasado, el lunes, el martes y en los días siguientes no se hablará de otra cosa que, del triunfo de Andrés Manuel López Obrador para presidente de la república, será por un buen tiempo la luna de miel que todo ganador goza antes de que lleguen los problemas de las decisiones, en el recuento de las cosas la guerra sucia no tuvo su efecto como lo hizo en las dos elecciones anteriores, sobre todo contra el ahora ganador. En el imaginario de la población se creía que nunca ganaría la presidencia de México un candidato de izquierda por diversas razones de peso moral, religioso e ideológico, con López Obrador se rompió ese mito para siempre.
Lo que sigue de aquí hasta el sábado 1º de diciembre, cuando Andrés Manuel tome posesión como presidente, y a diferencia de quienes le precedieron, ya que él llegará al gobierno con la tranquilidad y confianza que le dará tener la mayoría en las cámaras de diputados y senadores, obviamente que con ese escenario (si no le salen bien las cosas y no cumple con lo prometido) se generará bastante tela para el análisis y la crítica de sus detractores y enemigos políticos, que lo estarán esperando pacientemente para reclamarle sus promesas y malas decisiones desde su visión del mundo.
En relación a los temas educativos, me llama la atención que, en los dos discursos iniciales, tanto en el hotel Hilton y posteriormente en la plancha de El Zócalo, no se refirió a ello y, mucho menos, a la reforma educativa. Sin embargo, sí lo hizo y de manera precisa durante la entrevista del lunes 2 por la mañana en el noticiero de Carlos Loret de Mola, donde Andrés Manuel refrendó su promesa de cancelar la reforma educativa por las razones que se han venido señalando, principalmente por las lesiones y ataques morales en contra del magisterio y porque la política educativa de Enrique Peña Nieto se centró en la parte laboral y en las prácticas punitivas (a través de la evaluación).
En este sentido, y de llevar esa intención la política educativa de su sexenio, y antes de poner en práctica cualquier iniciativa sería recomendable revisar de manera precisa cuatro aspectos preocupantes de la agenda educativa vigente:

1.-La corrupción evidente del Programa Escuelas al Cien, donde existen pruebas fehacientes de obras mal hechas, a sobreprecio, sin el cuidado institucional para la asignación de proveedores especializados en la construcción y el abuso de empresas intermediarias y sin el conocimiento del campo.
2.-El sinsentido de la Ley del Servicio Profesional Docente y su aplicación, donde en muchos casos sólo sirvió de estorbo y bloqueo para los profesores, e incluso se sobrepaso en funciones, pasando por encima de las prácticas comunes, desconocer la Ley de compatibilidades, desentenderse de la actualización sistematizada y no dar respuestas oportunas a los problemas que se presentaron en los pagos y estímulos a maestros, directivos, supervisores y asesores técnico-pedagógicos.
3.-Revisión y reordenamiento del INEE quien, a pesar de su autonomía, siempre actuó para complacer al secretario de educación en turno y a instituciones como Mexicanos Primero, las más de las veces se hizo de la vista gorda cuando se lesionó al magisterio moral y laboralmente.
4.-Reajustar los salarios y pensiones del profesorado, ya que los incrementos decrecieron significativamente con relación al aumento del salario mínimo, perdiendo, tan sólo en el último sexenio 10.37% menos que otras profesiones y empleos regidos por el salario mínimo, además del 8.78% en la pensión (los últimos dos años) por haber modificado e interpretado de manera arbitraria la medida de salarios mínimos a UMAs al incremento anual de las pensiones (a propósito de ello, Juan Díaz de la Torre, presidente del SNTE, se comprometió formalmente a tratar el tema con el director del ISSSTE, Florentino Castro López desde el 9 de mayo y a la fecha no hay noticias).

Estos cuatro aspectos se ajustan perfectamente a las políticas anunciadas por López Obrador, de no tolerar la corrupción y, a mi parecer, estos puntos están plagados de ello, sobre todo porque no se dieron en su momento las condiciones para corregir los errores en cuanto a sentido común, mala interpretación de las leyes y abuso en el manejo de los recursos.
Del nuevo programa educativo ya anunciado por el candidato ganador, estaremos a la espera de las convocatorias y aportar elementos para elaborar una idea educativa incluyente donde los niños y jóvenes sean la prioridad en serio y no sólo en el discurso, que se valore la función docente y se rescate lo que se perdió en el camino por descuido o mala fe de funcionarios que ya se fueron o se irán y serán recordados por lo mal que hicieron las cosas.

*Editor de la Revista Educ@rnos. jaimenavs@homail.com