Amor y admiración, eternos inseparables

Marco Antonio González Villa*

Podrá haber muchos detractores, es comprensible, pero sostengo que en la base del amor siempre encontraremos la admiración. Esta afirmación nos lleva directamente a una complicación y a un cuestionamiento que será necesario responder: ¿no es posible el amor sin admiración? Y a mí entender la respuesta simplemente es no. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que al momento que se ama a alguien se le coloca por encima del resto de las personas y somos capaces de apreciar tanto sus valores, como sus virtudes o sus cualidades, nos hemos dado así la oportunidad y la posibilidad de conocerla y en este acto y, al mismo tiempo, valorarla.
La admiración debe venir por un aspecto concreto o varios de ellos para que realmente representen y caractericen a la persona que se ama, no sólo por un rasgo. Cuando la admiración se ciñe a un solo elemento es limitada, ya que bastará que aparezca una persona con el mismo rasgo y un impacto mayor para que una persona sea bajada del pedestal en el que había sido puesta. Por eso admirar, amar, a alguien por su belleza, por su dinero, por sus músculos, por alguna actividad que realiza bien, nunca será suficiente, ya que siempre puede aparecer alguien que sea, o esté mejor que uno y entonces todo podrá terminar. Éste es uno de los principales problemas en las parejas, cuando en realidad no se ama y no se admira a la persona por todo lo que es, sino sólo por una de sus partes.
Viene aquí entonces una complicación mayor: si no tengo nada que me haga admirable ¿me podrán amar? Y la respuesta simple también será no. Es duro aceptarlo, pero es verdad. Cuando no tengo algo que me ponga por encima de los demás, seré colocado en el mismo nivel y el mismo lugar que la gente común, tal vez pueda gustar físicamente o en algún rasgo, pero sólo sería eso precisamente, un gusto no admiración y mucho menos amor. Las personas tenemos que sentirnos dignas de ser amadas, admiradas, pero en el entendido correcto de las cosas es solamente a través de enaltecer lo más grande y bello del ser humano que esto podría lograrse. Sólo puede admirarse lo más valioso que tenemos como personas, jamás aquello que empobrezca a la esencia o por algo que muestra falta de respeto a sí o a los demás.
Los niños son unos de los que más nos ayudan a corroborar este planteamiento: el niño tiende a admirar mucho a las personas que ama, empieza con los padres, extiende a la familia este sentir, después lo lleva a los maestros, pero es en la adolescencia en donde empiezan las confusiones y la inestabilidad emocional, las cuales, al juntarse con la inseguridad y baja autoestima, hacen que pierdan esta perspectiva y aparezca la sobrevaloración, la codependencia, la percepción distorsionada y el hambre de afecto, conductas que pueden permanecer durante mucho tiempo en las personas, siendo una de las principales razones por las cuales las parejas de hoy en día no perduran. Falta en ellas la admiración, el respeto y el amor mutuo en la práctica, aunque en el discurso digan otra cosa. Creer que uno ama o es amado es fácil, pero vivirlo con dignidad e integridad es una experiencia de vida, no una creencia.
Un ejemplo más que cumple totalmente la idea que sustento y que puede brindar mayor claridad tiene que ver con las mamás ¿o alguien podría decir lo contrario? Ser mamá es un título noble que se ganó en el día a día, en el esfuerzo y en el ejemplo, en la enseñanza y en el apoyo, en la risa y en el llanto, en el cuidado y en la guía. Por eso, la gran mayoría de las personas presentamos solamente una duda en relación a ellas ¿las amamos porque las admiramos o las admiramos porque las amamos? No importa que haya sido primero, el orden de los factores no altera el sentimiento. Felicidades a todas las mamás, maestras de vida y a todas las maestras, mamás en la vida de muchos, con amor y admiración les decimos GRACIAS POR SER Y POR ESTAR.

*Maestro en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. antonio.gonzalez@ired.unam.mx