Alz… ¿qué?

 en Jorge Valencia Munguía

Jorge Valencia*

La civilización humana consiste en una lucha a muerte contra el olvido. Para no olvidar, se edificó el Taj Mahal, se pintaron Las Meninas y se inventó el lenguaje. Y con éste, la escritura. Nuestros mensajes trascienden, más allá del tiempo y el espacio. Conseguimos la inmortalidad habitando la memoria de los otros. Aquiles es el tipo de enfrente; Homero, quien relató su historia.
El Alzheimer es una enfermedad cruel. Borra gradualmente lo que de racionales tenemos. Comienza con el olvido de las llaves y concluye con el olvido de la respiración.
Recibir la noticia del padecimiento es una condena en cámara lenta. El enfermo se prepara con literatura. Se deja recados a sí mismo. Se graba videos para recordar quién es. Define sus afectos y confía en la compasión de los otros, los cercanos. Los que él cree amorosos.
Entonces ocurre una carrera contra el tiempo. El enfermo hace una lista de pendientes. Se comparte instrucciones a sí como si se tratara otro. En el fondo el destinatario es otro: el alter ego cuyo emisor resulta un desconocido. Lo peor del Alzheimer es que no se sabe que se padece: los recados se reciben con la sorpresa de un telegrama.
El condenado al olvido reconstruye el pasado y el presente con la certeza de que no existe el futuro. El diálogo intrapersonal es una conversación con un extraño.
Los familiares se acercan al enfermo con un sentido de piedad y temor, como ante un desconocido. Le relatan anécdotas de alguien que dicen que él fue. Le toman la mano. El asco es mutuo.
Lo primero que se olvida es lo reciente. El cepillado de dientes, la visita presentada apenas.
Luego el nombre del hijo. El parto. La primera caída de la bicicleta.
Lo último que se recuerda es la infancia. El enfermo vuelve a la niñez, su única conciencia. La cosa termina por el principio. El epílogo tiene el tono de una introducción. Los viejos son niños de brazos a los que hay que dar papilla, cambiar el pañal, hablar como a idiotas.
El olvido se padece como un castigo. Un limbo al que se llega por una anomalía misteriosa. Una consecuencia cifrada. Bajo esa inocencia, toda culpa merece un perdón. Todo perdón, una lástima.
El Alzheimer es…

*Director académico del Colegio SuBiré. jvalenci@subire.mx

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