Agua

 en Jorge Valencia

Jorge Valencia*

Misterioso es el azar… Existe un orden incuestionable que decide las ocurrencias de la vida. Los hombres somos simples espectadores. Nétflix, organizador de las distintas experiencias humanas. Mientras tanto, la burocracia se encarga de la operación del sistema.
Las lectoras del tarot atreven explicaciones poéticas de las razones de la existencia. La psicología tendría mayor impacto en nuestra sociedad si sus egresados recurrieran más al zodiaco para orientar a su clientela. Vivimos bajo una estructura donde lo justo es imposible y el gandallismo, el modelo de la conducta civil.
Conducir un coche precisa una sola condición: saber encender el motor. Las reglas viales son un sacrificio de la libertad que nadie está dispuesto a conceder. Las flechas de las calles y los semáforos sólo están colocados para justificar los salarios de una secretaría que teme más a la falta de popularidad que a los accidentes mortales. Todos hacen lo que quieren; el límite es la tragedia. Las licencias de manejo deberían imprimirse con el “slogan” de “querer es poder”.
La combinación de trazo urbano y agua a raudales es el fundamento del caos.
La lluvia de Guadalajara es el mejor ejemplo del destino y la impotencia humana para domesticarlo. Inicia en el momento menos esperado y arrasa con la deficiencia de la planeación. Paradójicamente, en esta temporada es cuando más escasea el agua. Lo cual demuestra que el SIAPA es un organismo de fantasía, inventado por Walt Disney, y sus operarios, personajes extraídos de la literatura épica. La provisión del servicio es algo fortuito y caprichoso que no depende de ellos. Le rinden cuentas al dios Tláloc. El agua que brota del lavabo obedece a un artificio mítico. Reciben capacitación a bordo de trajineras de Xochimilco mientras repiten mantras y entierran cuchillos en el piso.
No es que falten coladeras en la ciudad. Es que poseemos ríos fantasma que sólo aparecen en verano, cuando los fraccionadores diseñan nuevos asentamientos sobre otros asentamientos viejos. El agua no se filtra; se desliza calle abajo.
En vez de ciclovías, los ayuntamientos en turno podrían construir rutas náuticas. Los tapatíos nos desplazaríamos en chalupas. La ciudad sería la Venecia americana; los gondoleros, parte del menaje urbano que cantaría canciones de Espinoza Paz. Aprender a esquiar resultaría un desafío folk.
Una vez concluida la temporada de lluvia, todo volvería a la normalidad: el gandallismo, la terapia breve, el azar…
Nuestro planeta azul es dócil a su condición líquida. Las personas somos presas de la fatalidad. Los asalariados del SIAPA seguirán fieles a sus creencias prehispánicas.

*Director académico del Colegio SuBiré. jvalenci@subire.mx

Comentarios
  • Verónica Vázquez-Escalante

    La descripción hecha en el presente artículo, me gusta y me lleva a recordar un libro intitulado -Cómo navegar en la ciudad de México-

    Sería una buena oportunidad de demostrarle a las autoridades que también se puede escribir -Cómo navegar en la Perla Tapatía- Si no saben resolver el problema del agua, ya sea por exceso o por carestía, entonces que busquen alternativas de problemas y de personas competentes.
    Reciba un cordial saludo

Escriba su búsqueda y presione ENTER para buscar