Acoso laboral entre docentes

 en Gildardo Meda Amaral

Gildardo Meda Amaral*

Mucho se ha hablado acerca del acoso escolar, sobre todo de esas conductas y actitudes violentas de estudiantes contra sus pares o de estudiantes en contra del personal de las instituciones escolares. Pero de la violencia física, verbal o simbólica (entendida ésta última como las manifestaciones que se dan de manera indirecta) que se ejerce entre compañeros de trabajo, ya sea entre directivos a docentes, entre los mismos docentes o entre docentes y personal de apoyo, poco se ha dicho en este espacio.
En un sentido ideal, se supone que los centros escolares deben funcionar de manera armónica, como espacios donde se propicie la libre convivencia entre los actores involucrados en ellos (padres de familia, docentes, estudiantes, etc.), pero en algunos de los casos existe una gran distancia entre el ser y el deber ser de las escuelas. Independientemente de las necesarias jerarquías que se dan entre personal directivo y docentes, entre docentes y personal de apoyo, las relaciones personales deben darse en un marco de respeto y tolerancia.
Las actitudes de rechazo entre los integrantes de un centro escolar, según Miguel Bazdresch (Revista Educarnos, 12 de noviembre de 2014), se pueden generar por descontrol en las emociones y los sentimientos de los sujetos, pero también por desacuerdos en el desempeño de funciones al interior del centro escolar. Las burlas, la sátira, el escarnio, la diatriba, las indirectas que buscan ridiculizar o minimizar al otro, son ejemplo de ello. Estas acciones las justifica el “acosador” en la supuesta incapacidad o torpeza, en una discapacidad física o incluso en la preferencia sexual del otro.
Si no se da un manejo adecuado de las emociones y de las relaciones entre el personal de una escuela, se puede provocar en el acosado periodos prolongados de estrés laboral (síndrome de Bornout, Mobbing, etc.), en los que asistir al trabajo se convierte en una especie de tormento, muy lejos del disfrute y gozo que genera el ejercicio de una profesión, distante de la satisfacción por “profesar” una actividad a la cual le destinados muchos recursos en nuestra formación inicial y en nuestra actualización.
Encontrar una “receta” para erradicar o al menos disminuir o prevenir el acoso laboral entre docentes es difícil. Baste decir que, al menos el “dominado” debe ser consciente de su situación, debe evidenciar y documentar las prácticas que padece, porque de no hacerlo se convertirá de víctima a cómplice de las acciones que se yerguen contra él. Autoridades educativas, directivos y docentes, debemos poner nuestro mejor esfuerzo por demostrar a nuestros alumnos, en los hechos y no en palabras huecas y vagas, que las escuelas son espacios libres de violencia física, emocional o simbólica, provenga de donde provenga.

*Profesor–investigador de la Universidad Pedagógica Nacional, Unidad Tlaquepaque.
gildardo.meda@upngdl.mx

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