A la buena de Dios

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

Hace unos meses, las autoridades universitarias nos pidieron nuestros datos y las placas de los vehículos que llevaríamos al estacionamiento del centro universitario. Habrá que ver para qué les sirven esos datos, porque, a veces sí y a veces no, se aseguran de que el vehículo o el conductor estén autorizados para entrar al estacionamiento.
Tuve oportunidad de darme cuenta de que esa información quedó en el limbo y que no sirve para lo que podría servir, aunque se le podría utilizar para otros fines, para mí todavía insospechados. El día anterior a escribir este texto pasé junto a un vehículo estacionado que tenía las luces encendidas. Pregunté a distintos empleados administrativos si habría manera de avisar a la propietaria o propietario que fuera a apagarlas para evitar que se le descargara la batería. Recorrí todo el campus preguntando a administrativos, guardias de seguridad dentro del campus, vigilantes de la caseta de entrada y salida, secretarias, para terminar sin solución al asunto. Ninguno de los empleados sabría cómo llamar a alguna persona cuyo vehículo estuviera en una situación similar. En todo caso, se necesitaría tener una memoria prodigiosa, además de mucho tiempo para observar de quién es qué vehículo.
Tengo la sospecha de que esa tarde alguien tuvo que pedir a algún buen samaritano que le pasara corriente a su coche para echarlo a andar pues, según me explicó un empleado de mantenimiento: “yo soy de la nueva administración y no sé quién tendrá esos datos. Tampoco tenemos equipo para pasar corriente. Tendríamos que buscar a alguien que nos ayude cuando el dueño del coche descubra que ya no tiene batería”. Sé que en otras instituciones sí tienen ese equipo, pero quizá no sería necesario si se hiciera un uso adecuado de la información que recabaron hace meses. No es de extrañar que no se previera esa contingencia en un estacionamiento que se satura. En el que no hay manera de evitar que los coches que llegan después impidan la salida de los que estaban antes, que no tiene marcadas las rutas de entrada y salida. Que no ha sido terminado, está enlodado en algunas secciones y con obstáculos que denotan la pobreza de diseño.
Parecería que ese campus fue diseñado para gastar poco en su construcción y en su mantenimiento, en una zona en la que no se gestionó una estación del tren ligero (la más cercana está a dos kilómetros), por lo que es más caro para los usuarios el transportarse a él (en tiempo y dinero). Además de carecer de opciones de comida u otros servicios (banco, copiadoras, impresoras, computadoras) ni siquiera es posible utilizar la información ya recabada, ¿será que quien toma las decisiones tiene vehículos y choferes disponibles?, ¿será que no se pensó en los usuarios y en las posibles eventualidades en esos espacios?, los simples mortales que llegan a ese campus en bicicleta, en transporte colectivo o en vehículo particular se encuentran con que ha sido diseñado al estilo de “rásquese con sus uñas”, lo que lo convierte en un espacio bastante hostil para los usuarios, tanto de sus estacionamientos como de sus aulas. Quizá es para que la universidad sea similar a la ciudad en que se ubica: poco amigable con sus habitantes, a los que se obliga a vivir entre humos, ruidos, embotellamientos, banquetas y superficies rotas, escasez de árboles y saturación de basuras…

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología del CUCSH de la UdeG. rmoranq@gmail.com

Comentarios
  • Piedad

    Jajjajajjaja No me preguntaste a mí…

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