50 años del CCH… sólo un suspiro

 en Marco Antonio González

Marco Antonio González Villa*

En esta semana el Colegio de Ciencias y Humanidades de la UNAM está de manteles largos porque cumple 50 años de existencia, institución que ha dejado una profunda huella e influencia dentro de la sociedad mexicana, tanto en lo académico como en la cultura; el Colegio está posicionado como una de las mejores opciones formativas e del nivel Medio Superior, siendo ejemplo y modelo para otras instituciones, basado en un modelo de Cultura Básica que incluye no sólo compartir conocimientos de las diferentes áreas del saber, sino también dándole espacios y difusión a las expresiones artísticas tanto de estudiantes como docentes.
Este significativo cumpleaños obliga a hacer una reflexión en torno al escenario político, histórico y social en el cual vio la luz por primera vez el colegio: era el año de 1971 y el país aún miraba con recelo y escepticismo a un presidente represor, a quien algunas teorías consideraban el autor intelectual de la matanza del 68 y que llevó a cabo el halconazo de 1971, casi dos meses después de la fundación del Colegio, así como la prohibición del rock en radio y tv como consecuencia del concierto de Avándaro en septiembre también de 1971 o la persecución y muerte de Lucio Cabañas en 1974, de Ayotzinapa, dan una muestra clara de la rigidez y mano dura que el mandatario impuso sobre lo académico y la juventud, para mantener el control del país. Hay quienes consideran que el CCH fue una manera de pagar las culpas por los crímenes del 68 y tratar de mejorar una imagen que, por sus decisiones y lo apabullante de la historia, jamás pudo limpiar.
Al mismo tiempo, en Sudamérica y Centroamérica, auspiciados por Estados Unidos, empezaron a darse movilizaciones civiles y militares que implantaron dictaduras o propiciaron derrocamiento de gobiernos, principalmente de aquellos que hacían guiños, aparentemente, al socialismo y las teorías marxistas. Ese era el contexto del nacimiento del CCH.
No obstante, pese a lo adverso, el saber y la pluralidad se abrieron camino, de la mano de docentes preocupados por desarrollar un pensamiento crítico en los estudiantes con fines de transformar una sociedad lastimada y reprimida. Y así, de manera paulatina, y con base en logros y esfuerzos de todas y todos los cecehacheros, el Colegio es sinónimo de autonomía, de libertad y responsabilidad, de crítica social, de continuas producciones artísticas y científicas, de ser un semillero de grandes personajes de la historia de nuestro país en diferentes ámbitos y rubros. CCH, tres letras con una evidente y diversa polisemia, pero, sobre todo, letras cargadas de sentimiento para quienes hemos vivido en el Colegio.
La pandemia y los últimos paros han hecho que esta significativa celebración se viva desde la lejanía, pero no por eso se le resta importancia. Es un hecho que seguirá cumpliendo años y, lejos de envejecer, permanecerá teniendo una imagen y sangre juvenil. Felicidades al CCH, vamos con ánimo por otros 50… los primeros han sido sólo un suspiro.

*Doctor en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. antonio.gonzalez@ired.unam.mx

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