2 de octubre y 26 de septiembre. Cuando las líneas paralelas se juntan en un punto del horizonte

 en Miguel Ángel Pérez Reynoso

Miguel Ángel Pérez Reynoso*

Las fechas emblemáticas en la historia de nuestro país, se escriben a partir de los sujetos que las protagonizan o de los acontecimientos que han sucedido y las implicaciones o consecuencias que se desprenden de las mismas.
El 2 de octubre de 1968 y el 26 de septiembre de 2014, tienen en común tres cosas:

a) Son protagonizadas por jóvenes los cuales reciben la respuesta brutal por el Estado–opresor.
b) Su final es trágico, se asocia a la muerte injustificada, a la desaparición forzada, al abuso de la autoridad torpe e insensible en ambas cosas.
c) El saldo es negativo y queda impune, al final la verdad se desconoce y la justicia sigue a la espera.

Un colega de un diario local hacía el recuento (en el caso de Ayotzinapa y los 43 normalistas desaparecidos), del número de noches que padres y madres estaban a la espera del regreso del hijo. Y estoy de acuerdo en esta lectura, que al final se hace del tejido que se teje muy abajo, en la intimidad de los hogares, en el encuentro cotidiano de la familia, en la hora de tomar los alimentos y en ese espacio de dormir y despertar con una ausencia inesperada que se va contando día a día.
El 2 de octubre y el 26 de septiembre corren en paralelo en el tiempo, pero se juntan en ese lugar de un punto cúspide que tiene como constante la insensibilidad e incapacidad del gobierno en su fase de aparto represor y del otro lado de la paralela, los sujetos jóvenes estudiantes normalistas (Ayotzinapa) o de otros campos de formación (Tlatelolco), son los destinatarios de la iniciativa represora por parte del gobierno.
Estas dos aristas: jóvenes estudiantes y gobierno represor, integran una contradicción estructural del sistema, que en el fondo tiene al poder y a abuso del mismo como telón de fondo. Recuerdo al momento de escribir estas líneas, aquella frase que servía como slogan de la película Canoa, “1968, es más peligroso ser estudiante que ser asesino o ladrón”.
¿Por qué se les teme (tanto) a los jóvenes estudiantes y también porqué se les responde de esta manera, agrediéndolos o matándolos brutalmente?, ¿por qué el gobierno en su instancia de figura jurídico–política no aprende de las lecciones del pasado (1968) y repite y cae en los mismos errores (2014), incluso en proporciones simbólicas mas desfavorables?, ¿cuál es el peligro real o potencial que representa ser joven hoy en día, de tal manera que la amenaza en contra de su persona (como sujeto colectivo) va más allá de ser una amenaza latente?
Como podrá verse las heridas siguen abiertas, la verdad histórica o como sea y la sed de justicia es un reclamo válido de familiares, compañeros, amigos o de toda la sociedad, no sólo es Ayotzinapa o el ser estudiante normalista. Somos todos los agredidos y somos todos los que respondemos. 1, 2, 3… 43, JUSTICIA.

*Doctor en educación. Profesor–investigador de la UPN Guadalajara, Unidad 141. mipreynoso@yahoo.com.mx

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